Reguetón se escribe con h (de Historia)
Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 20 de diciembre de 2019.
Por Gervasio L. García.
En el país del reguetón y del reguetonero de más resonancia mundial hubo una vez en que no nos poníamos de acuerdo sobre la ortografía de ese género musical. Entonces los prejuicios arropaban las palabras que competían en la prensa nacional e internacional: raggaetón, regaetón, reggeatón, derivadas del reggae jamaiquino. La menos usada era reguetón, tal como suena, circulada por algunos en Panamá.
Pero en 2006, un año después del gran show de Daddy Yankee en el Madison Square Garden y de los tres Latin Grammys de Calle 13, la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española propuso incluir la palabra reguetón en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) a instancias de su director José Luis Vega.[1] La propuesta descansó en la pesquisa sólida y los seductores argumentos de Maia Sherwood Droz. Sin acrobacias semánticas, ella propuso que en el caso de reguetón, “con grafía totalmente hispánica, fiel a su pronunciación y benévola a la vista…, fonética y ortografía casan perfectamente”. Y aunque reconoció la deuda de los raperos puertorriqueños (precursores de los reguetoneros) con el ritmo jamaiquino cantado en inglés, estos “no encontraron salida en los ritmos suaves del reggae” porque “cargaban con la rabia del marginado que quiere ser escuchado.”[2]
Esa rabia, y la de sus detractores, tiene historia y nos da la mejor pista para empezar a entender el asunto en su rabiosa complejidad. Se alimentó del deterioro social rampante: el desempleo desbocado, la escuela pública al garete, la corrupción oficial y las conductas violentas nacidas del narcotráfico. Así, “…la generación del reguetón entendió que el lenguaje crudo de la música, la sexualidad explícita y la jerga áspera callejera, no eran menos obscenos, violentos o moralmente cuestionables que el Puerto Rico de entonces.”[3]
El contexto era avasallador, hasta el punto de que ser proletario era un lujo; en palabras de Héctor Meléndez:
los empleos de tiempo parcial y la costumbre de vivir en desempleo forman una masa que desconoce el empleo permanente, la perspectiva de desarrollo, la familia estable, el ahorro de retiro, el seguro médico. Por tanto, quizá la sexualidad y la reproducción estén menos controladas por el régimen de producción allí donde el trabajo ha dejado de ser centro de la vida o se ha esfumado.[4]
En ese proceso, se desatan la familia tradicional, el control sexual y las normas éticas acostumbrados y “sobreviene el espectáculo erótico callejero que algunos, alarmados, califican de chabacano y productor de delito.”[5] Es un trasfondo que aceptarían hasta los críticos más tupidos del reguetón.
Al respecto, Leonardo Padura Fuentes, implacable crítico del ritmo (“ese ruido que viene de la calle del fondo”), acepta que “es la consecuencia de una desintegración social”. Es “una expresión de esa relación… con la sociedad a través de un arte en el que la vulgaridad, lo soez, lo promiscuo, el machismo agresivo tiene un espacio demasiado importante.”[6] Mas en su crítica ahistórica no figura el nombre de un solo reguetonero cubano, ni la letra de sus canciones. Pero sí destaca las palabras del primer Daddy Yankee que habló de “una pobre diabla a la que le encanta la gasolina y hay que darle más gasolina.”[7] En fin, que en la Antilla mayor los reguetoneros del patio se rozan con los cangris boricuas, a tal punto de que, en palabras de Padura, “El Estado trata de frenar y estigmatizar esa no-música. Pero los espacios que acogen conciertos de reguetoneros se abarrotan. Es muy jodido, pero lo cierto es que el reggaetón [sic] se ha convertido en la banda sonora del presente cubano.”[8]
El Caribe en la tarima
Pero guardemos por un rato el dilema de si el reguetón nos gusta o no, para enfrentarnos a la deslumbrante realidad histórica.
El Caribe, la región más explotada de la historia y tal vez de la historia más triste, emerge en el escenario global… En cierto modo el reguetón tal vez no sea un atraso, sino un avance… Quizás signifique que ahora el Caribe está saltando a la tarima de la historia y del mundo a exponer sus dotes… Una masa gigante se agrupa en torno a lo que algunos hubieron [sic] considerado ignorancia, vulgaridad, desorden, expectativas demasiado bajas del saber y de la vida. Pero es un modo de astucia, rabia y cultura, esta vez con impacto televisivo y mundial.[9]
Y lo que al principio pareció “solo deseo, consumo, ensueños genitales y fálicos, simulación de amenaza, sadomasoquismo, desahogo del ego y la furia”, dejó de serlo hace mucho tiempo.[10] Por eso, insisto, reguetón se escribe con h de Historia porque tiene evolución y desarrollo en el tiempo y en el espacio y es, además, una crónica excepcional del momento.
El reguetón de los bajos fondos, de los vídeos de mujeres-lagartijas acosadas por machos de irrefrenables comezones testiculares, pantalones mega-grandes, ritmos cansones y letras olvidables, dio paso a un género practicado por músicos con escuela. Ese fue el que se impuso a la larga porque hablaba de los problemas cotidianos con sorna social, descaro político y tonadas trabajadas y pegajosas. Del resto se encargó la insaciable industria disquera que descubrió un filón en la música más en sintonía con las muchedumbres jóvenes del planeta.
Cualquier género cultivado con cuidado musical y una generosa inversión de trabajo, puede trascender los prejuicios y ser la voz de varias generaciones y clases sociales.[11]
–Laura Rivera Meléndez
No tengo espacio para resumir esa larga evolución que nos ha traído aquí. Pero sería injusto olvidar a los pioneros, a los que se atrevieron a componer, arreglar, cantar y tentar. En primer lugar, Tego Calderón (con el álbum El Abayarde, 2002), exaltado por Frances Negrón-Muntaner como el que “fusionó un estilo reguetonero experimental fuertemente enraizado en la estética de la salsa clásica de la clase trabajadora caribeña con una fuerte dosis de hip-hop, lo que nos retrotrajo a las raíces afro-musicales de la diáspora.”[12] Calderón (Santurce, 1972) fue a la Escuela Libre de Música en San Juan donde estudió percusión y composición. Jasmine Gard recalca que sus “rimas son finas y minimalistas, con poco espacio para las tonterías.” [13]
El papacito de la gasolina
Es decir, Gasolina de Daddy Yankee (Río Piedras, 1977) tenía trasfondo. Cuando este inauguró su gira estadounidense en el Madison Square Garden (2006) ya había cantado ante multitudes en América Latina y la canción figuró en la lista de las más escuchadas. Gasolina prendió porque el mercado estaba en llamas, ayudado, claro está, por el machismo sin fronteras.
El Daddy compartió la clave del éxito con Jon Pareles, crítico de la música popular del New York Times:
La radio solo quiere la música fiestera. Eso es necesario para vender discos porque uno no se siente serio todo el tiempo. Pero uno no siempre se siente feliz y a veces uno necesita escuchar un mensaje que te haga pensar. Por eso somos más populares. Es un balance y la gente nos siente. Creo que poco a poco vamos a conquistarlo todo.[14]
En la calle del medio
Lo nuestro no hay nadie que nos lo quite.
Por más nieve que tiren aquí la nieve se derrite.
Aunque siembren las raíces como les dé la gana
Los palos de pana no dan manzanas.[15]
–Residente
Menos fiestero pero más crítico social, con la ironía política subida, irrumpió Calle 13 (2006). Su autodefinición lo dice casi todo: “[yo soy como] el sistema digestivo que transforma la basura del deseo, de la política y de la violencia, en lenguaje útil para criticar el estatus quo.”[16] Los textos y la música nacidos de René Pérez Joglar (Residente, 1978) y Eduardo José Cabra (Visitante, 1978), integrantes del dúo, venían armados de estudios formales. Cabra estudió piano, saxofón y flauta, y aprendió guitarra por su cuenta. Pérez estudió en la Escuela de Artes Plásticas de San Juan y luego hizo una maestría en “animación” en el Savannah College of Art and Design del estado de Georgia. Después de 2006 sus producciones fueron coronadas por 9 Latin Grammys y otras distinciones. [17]
En Latinoamérica, de 2011, (“Soy América Latina,… un pueblo sin piernas pero que camina.”) ya era neta la huella de Rubén Blades y en Hijos del cañaveral (2017), Residente en solitario, expone “Nuestro aguante ha sido digno, somos los versos que no cantan nuestro himno”. Era la lejana música de fondo del momento más dramático de la historia entera del país.
El verano de la desnudez
… el Estado construye ficciones y… no puede gobernar sin construir ficciones. No se puede gobernar con la pura coerción. Es necesario gobernar con la creencia, y una de las funciones básicas del Estado es hacer creer, y que las estrategias de hacer creer tienen mucho que ver con la construcción de ficciones.[18]
–Ricardo Piglia
El dramón de la acelerada descomposición del poder agarró fuerza en el verano de 2019. No fue un desbocaire cualquiera porque el gobernante decidió, contra la sensatez política más primaria, despedir al entonces secretario de Hacienda, pero que también fue Secretario de la Oficina de Gerencia y Presupuesto (principal oficial financiero del gobierno), y hasta Secretario de la Gobernación. Este peso pesado de la administración cometió el error –según el gobernador Ricardo Rosselló– de denunciar sin consultarlo antes y en un programa radial, la existencia de un esquema de extorsión por parte de una “mafia institucional” en el Departamento de Hacienda. En vez de abrazarlo y lanzar una investigación instantánea, lo despidió porque este aireó sus denuncias “en los medios… sin notificar sobre estas acciones a las autoridades pertinentes dentro del gobierno.”[19]
Ya el Secretario había visitado al FBI la semana anterior para denunciar “… a funcionarios que han tratado de extorsionarme y han entrado ilegalmente en los récords de pasados clientes míos cuando estaba en el sector privado.” Se trató de una cruda venta de influencias, extorsión y soborno que provocó su petición de una escolta policial.[20]
A este cornetazo se sumó, unas dos semanas después, el arresto por el FBI de la exsecretaria de Educación, y de la exdirectora de la Administración de Salud, acusadas de conspirar un fraude de 15.5 millones de dólares mediante la alteración de contratos de consultoría con fondos federales.[21]
Gran trabajo guys!
Cogemos de pendejo hasta los nuestros.[22]
–Ricardo Rosselló
La ficción del gobernante como el serio y celoso guardián de la ley, el orden y el respeto al ciudadano, se hizo polvo el 8 y el 13 de julio de 2019, sin música de reguetón. En esos días circuló, gracias al Centro de Periodismo Investigativo, la transcripción de unas conversaciones secretas (un chat de WhatsApp) del gobernador con sus “brothers” y funcionarios más íntimos.[23] Era un grupito de “blanquitos”, borrachos de prejuicios, cómplices del capitalismo imperial –como diría Arcadio Díaz Quiñones. En repetidas charlas, muchas veces en horas de trabajo, intercambiaron comentarios rastreros, misóginos, homofóbicos y burlones contra las feministas, los políticos propios y de la oposición, los artistas y los periodistas distinguidos.
La burla llegó al extremo de insinuarse que una compañera senadora (del mismo partido del gobernador y sus secuaces), había sido prostituta; un senador (del partido rival) cornudo y homosexual y hasta se inventaron la razón de ser de la homosexualidad de Ricky Martin.[24] Pero las vulgaridades de “la manada” palidecieron ante las groserías del gobernador, el más bajo e insensible de todos. Es decir, a cafre no le ganaba ni el reguetonero más tráfala. La suerte estaba echada porque el poder siempre prefiere el secreto. No quiere ni aguanta que lo vean desnudo.
Arranquen pa’l carajo.[25]
–Residente
De pronto se desdibujaron y se difuminaron los políticos tradicionales, fieles creyentes de que “el negocio no consiste en resolver los problemas sino en administrarlos.”[26] El país “harto del abuso y de la burla, se tiró a la calle para sacar de la gobernación a un sujeto que nunca mereció serlo” sentenció Benjamín Torres Gotay.[27]
La multitud que llenó la autopista central de la isla el 22 de julio de 2019, en la protesta pública más numerosa de la historia del país, fue convocada primero por la Colectiva Feminista en Construcción que, entre otras cosas, repudió el machismo y la homofobia arraigados en el gobierno de Puerto Rico, y por Residente y Bad Bunny, dos reguetoneros de buena cepa, y Ricky Martin, cantante de pop urbano. [28]Estos y sus afines fueron el rostro y la voz de la indignación colectiva porque eran auténticos, reales, a cara lavada, con la cicatriz del AK-47, los tatuajes, el pelo torturado de diseños. Pero, sobre todo, porque siempre miraron de frente, con la crítica alborotada y la palabra soez y contestataria y las verdades crudas y antipáticas a los que se servían del poder.
El himno de la indignación, Afilando los cuchillos, cuajado por Residente, iLe y Bad Bunny, en vísperas de la marcha que precipitó la renuncia del títere gobernador, resuena todavía por certero, sentido y combativo. Destacan que los reguetoneros no son los acusados de lavar dinero sino los bandoleros del gobierno. Y a diferencia de ellos dicen las cosas de frente y no en chats. Además, si la opinión popular insiste en que el gobernador renuncie y no lo hace por caradura, “entonces estamos en dictadura.” Recalcan el tema de la renuncia “pa que nadie salga herido.” Y concluyen que “la furia es el único partido que nos une… Eres un corrupto que de corruptos coge consejos. Arranca pa’l carajo y vete lejos y denle la bienvenida a la generación del Yo no me dejo.”[29]
La historia inmediata
Si todo lo que veo es negativo
Si hablo mis vivencias
Dicen que promuevo la violencia
Por lo visto la democracia es a conveniencia
Nos han puesto un sello, pero
La mayoría de nosotros somos más gente que ellos.[30]
–Eddie Dee
En conclusión, el reguetón es la crónica, el periódico de estos tiempos, como lo fueron la plena y la salsa. Recoge los sentimientos, las carencias y las ilusiones, marcadas por el origen de clase y los horizontes encogidos. Es la insatisfacción con “la democracia de la conveniencia” de los políticos, el sentir del que no tiene el poder económico ni el saber académico, pero domina y se relame en la palabra suelta, la ironía libre y los ritmos sintonizados al bregar de todos los días.
En la palabra reguetón está una de sus claves. “El –‘tón’ es, dice Maia Sherwood, … la manifestación lingüística de la necesidad de ponerle fuerza al reggae… el –‘ón’- es un sufijo aumentativo, intensivo y expresivo que “forma sustantivo de acción o efecto, que suele denotar algo repetitivo o violento. Como consonante para formar la sílaba, se eligió la -t- que aportó también contundencia.”[31]
En un escenario marcado por la corrupción, los privilegios de los enchufados (amigos, familiares e hijos “talentosos”) en el gobierno y la legislatura; la pobreza, la desigualdad y el desempleo, y donde miles de estudiantes exhiben diplomas de escuela superior firmados por dos secretarios de Educación ladrones, lo menos que merece el país es un buen reguetón, despacito o rapidito, atrevido y sin concesiones.
Referencias
[1] El Nuevo Día, 31 de julio de 2017. Ver Jon Pareles, “Reggaeton’s Big Star Hits the Big Time”, New York Times, August 25, 2005; Frances Negrón-Muntaner y Raquel Z. Rivera, “Reggaeton Nation”, NACLA Report on the Americas, March 13, 2008, en htpps://nacla.org/magazine
[2] Maia Sherwood Droz, “Reguetón: una propuesta ortográfica”, El Nuevo Día, 4 de mayo de 2006.
[3] Negrón Muntaner, op.cit.
[4] Héctor Meléndez, “Cacos y cultos”, El Nuevo Día, 26 de junio de 2005.
[5] Ibid.
[6] Citado por Patricio Zunini, Infobae, 23 de marzo de 2018, en https:www.infobae.com/america/.
[7] Leonardo Padura, “La educación sentimental. (El reguetón, el protagonista, el villano)”. Rebelión. 30 de noviembre de 2008, en www.rebelion.org/noticia
[8] Leonardo Padura, “Cuba sufre una grave pérdida de valores y degradación moral”, (entrevista, La Vanguardia, 3 de febrero de 2018, en https://www.lavanguardia.com
[9] Meléndez, op.cit.
[10] Ibid.
[11] Citada por Negrón-Muntaner, op.cit.
[12] Negrón-Muntaner, op.cit. Este resumen descansa en su erudita y sensible investigación.
[13] Tego Calderón, IMDb [Ratings and Reviews for New Movies and TV Shows], s.f., en https://www.imdb.com; Jasmine Gard NPR [National Public Radio], 23 de mayo de 2013, en https:www.npr.org
[14] Citado por Jon Pareles, “Reggaeton’s Big Star Hits the Big Time”, The New York Times, August 25, 2005. Ver Jason Birchmeier, “Daddy Yankee biography”, en https:www.allmusic.com. Yankee se crió en el caserío de Villa Kennedy y su padre fue bongosero.
[15] Residente, Hijos del Cañaveral”, (2017), https://www.youtube.com
[16] Citado por Negrón-Muntaner, op.cit.
[17] Virginia Gorlinski, “Calle 13, Puerto Rican Music Group”, en https:www.britannica.com
[18] Arcadio Díaz Quiñones y otros (eds.), Ricardo Piglia, Conversación en Princeton. PLAS Cuadernos, Number 2, Program in Latin American Studies, Princeton University, 1998, p.20.
[19] Noticel, 24 de junio de 2019.
[20] Ibid.
[21] Ibid, 10 de julio de 2019.
[22] “El chat de la vergüenza”, El Nuevo Día, 14 de julio de 2019, p. 3.
[23] El Centro de Periodismo Investigativo fue creado en 2007 por Omaya Sosa Pascual y Oscar J. Serrano para fomentar el acceso a la información de los ciudadanos.
[24] Ibid, p. 21.
[25] Noticel, 17 de junio de 2019.
[26] Juan Villoro, “El caudillo mexicano ante su gente”, El País, 10 de julio de 2019.
[27] Benjamín Torres Gotay, “El paisaje después de la batalla”, El Nuevo Día, 11 de agosto de 2019.
[28] “Artistas se unirán a la marcha convocada por Colectiva Feminista”, Noticel, 16 de julio de 2019.
[29] Residente, iLe y Bad Bunny, Afilando los cuchillos, 17 de julio de 2019, en https://www.youtube.com
[30] Eddie Dee (Río Piedras, 1973), “Censurarme por ser rapero” en https:www.letras.com. Dee es co-autor con Daddy Yankee de Gasolina.
[31] Sherwood Droz, op.cit.
Gervasio L. García
Doctor por la Universidad de París, es Catedrático del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Autor de ensayos y libros relacionados con la historia de Puerto Rico, ha publicado numerosos artículos relacionados con la misma temática en diversas revistas profesionales y forma parte del Consejo Editorial de la revista Op. Cit., que publica el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico. Colaborador de 80grados.