Encuentro en Aspen: Jaime Benítez y José Ortega y Gasset
Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 16 de abril de 2021.
Por Jorge Rodríguez Beruff
Esta es una colaboración entre 80grados y la Academia Puertorriqueña de la Historia en un afán compartido de estimular el debate plural y crítico sobre los procesos que constituyen nuestra historia.
Jaime Benítez conoció a su maestro José Ortega y Gasset en junio de 1949 en un evento de gran relevancia política y cultural en Aspen, Colorado. El rector de la Universidad de Chicago, Robert Hutchins invitó al rector de la Universidad de Puerto Rico, quien viajó acompañado por el escritor Emilio S. Belaval, hispanófilo y admirador de Ortega. Probablemente eran los únicos caribeños o latinoamericanos convocados a ese evento transatlántico Estados Unidos-Eurpa. Ya estaba en marcha desde 1942 la Reforma Universitaria en Puerto Rico inspirada, según Benítez, en el pensamiento del filósofo español.
En 1948, Robert M. Hutchins, Giuseppe Antonio Borgese, Arnold Bergstrasser y Walter Paul Paepcke hicieron una convocatoria mundial para celebrar el bicentenario de Goethe. Borgese era refugiado italiano y había promovido, junto con Arnold Bergstrasser, un proyecto de colaboración entre la Universidad de Chicago y la Universidad Goethe de Frankfurt. Bergstrasser se había exilado de Alemania en 1937 para enseñar en Claremont College y luego en la Universidad de Chicago. Fue uno de los fundadores del Deutscher Akademischer Austauschdienst (DAAD) para el intercambio académico internacional, programa que se fundó en 1925 y que se restableció en 1950 con el apoyo del profesor de Harvard, Carl J. Friedrich. Por su parte, Bergstrasser estaba trabajando en ese momento en la edición de las obras completas de Goethe. Después de la guerra regresó a Alemania y enseñó en varias universidades hasta que recibió una cátedra en la Universidad de Friburgo. Ejerció una gran influencia intelectual en la Alemania de posguerra y en la educación en general.
Paepcke, por otro lado, era un empresario filantrópico, de ascendencia alemana, dueño de la Container Corporation of America, miembro de la Junta de Síndicos de la Universidad de Chicago, mecenas de las artes y entusiasta colaborador de Hutchins en la creación de un instituto humanístico en Aspen que se llamaría el Aspen Institute for Humanistic Studies. Aspen es un pequeño poblado localizado en un lugar de gran belleza natural en Colorado donde Paepcke había comprado terrenos. Este contribuiría a ponerlo en el mapa al hacerlo un lugar de encuentro cultural y educativo, atrayendo turistas e inversionistas.
G. A. Borgese había publicado en 1937 una denuncia del fascismo y, con la colaboración de Hutchins, había establecido la revista Common Cause como parte del Comité para Redactar una Constitución Mundial (Committee to Frame a World Constitution). Su esposa, Elisabeth Mann, era la hija del novelista Thomas Mann, otro refugiado del fascismo que colaboró en el evento de Aspen.
También, el filósofo Mortimer Adler, estrecho colaborador de Hutchins, contribuyó a inspirar el proyecto de Goethe.
A los efectos se creó una Goethe Bicentennial Foundation cuya presidencia honoraria la ocupó el expresidente de Estados Unidos Herbert Hoover y era dirigida por Hutchins. Su junta de directores parece un Who´s Who del mundo académico, cultural, empresarial y político de la época.
De la Universidad de Chicago, otras universidades como Harvard, Yale y Columbia estaban involucradas en las políticas culturales hacia Alemania en lo que se llamó “diplomacia total”. Por ejemplo, la Universidad Libre de Berlín se fundó en 1948 con el apoyo de las autoridades militares bajo el general Lucius Clay, a recomendación de Friedrich, y con el endoso de fundaciones estadounidenses como de la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford. La Universidad de Chicago cultivó las relaciones con la Universidad Goethe de Frankfurt.
Además, según el académico suizo Eduard Fueter, estaba en marcha la implantación de los Estudios Generales (usándose el concepto de studium generale y no el de Allgemeinebildung) en varias universidades siguiendo las recomendaciones de una Comisión Internacional para la reforma de la Universidad creada en la zona británica. El concepto de Allgemeinebildung (educación general) había quedado en descrédito durante el fascismo.
El contexto inmediato del evento en Aspen fue la partición de Alemania y la creación de la República Federal Alemana (RFA) al fundirse las tres zonas aliadas en un nuevo estado en septiembre de 1949 luego de un proceso constitucional. Los soviéticos planificaban su propia celebración del bicentenario de Goethe en Weimar y auspiciaban para ese momento la creación de la República Democrática Alemana (RDA) en su zona.
El evento dedicado a Goethe reunió en Aspen a Albert Schweitzer, José Ortega y Gasset, Stephen Spender, Ernest R. Curtius, Robert M. Hutchins, Thornton Wilder, amigo personal de Hutchins, Arthur Rubenstein, la Sinfónica de Minneapolis, el violonchelista Gregor Piatigorsky, los violinistas Nathan Milstein y Erica Morini y la cantante Dorothy Maynor.
Entre las personalidades que asistieron estaba Ernest Hocking, el filósofo de Harvard, Charles J. Burkhardt, el historiador que era embajador de Suiza en Francia, Gerardus van der Leeuw, de la Universidad de Groningen, Baker Fairley, experto en Goethe de la Universidad de Toronto, Halvadan Khot, exministro de exteriores de Noruega, Jean Canu de Francia, y Elio Gianturco de Italia y un público de 2,000 personas (Benítez habla de 5,000). La capacidad de convocatoria de la red de Robert Hutchins era muy considerable para poder congregar a una audiencia tan diversa y destacada.
El evento no estuvo exento de controversia. Karl Jaspers, quizás la principal figura intelectual de la Alemania de la posguerra, fue el gran ausente del evento y no estaba de acuerdo con que se utilizara acríticamente a Goethe como un símbolo de la transformación alemana en la posguerra. Jaspers argumentó en 1947 que para Alemania reapropiarse del autor del Fausto era necesario verlo en sus limitaciones y no acercarse a él como si nada hubiera ocurrido en la alta cultura alemana.
En 1949, uno de los más destacados participantes alemanes de la conferencia de Aspen, Ernest R. Curtius, atacó acremente a Jaspers por su adhesión al existencialismo, su planteamiento sobre la culpa colectiva alemana y hasta su decisión, basada en consideraciones de seguridad personal, de salir de Alemania e irse a Basilea, Suiza, a enseñar. Le acusó de querer ser un nuevo Alexander von Humboldt haciendo referencia a su libro Die Idee der Universität (La idea de la universidad), publicado en 1923 y que había sido reeditado en 1946.
En la correspondencia entre Hannah Arendt, entonces en el New School for Social Research en Nueva York, y su maestro Karl Jaspers se comentó con desprecio el evento de Aspen alegando que se trataba de un intento de Walter Paepcke para valorizar los terrenos que había comprado en ese “ghost town” de Colorado que nadie conocía. Arendt también puso en duda la reputación antifascista de Bergstrasser.
En el momento de la invitación a Ortega en 1948, este se encontraba en Madrid estableciendo con su principal colaborador Julián Marías un Instituto de Humanidades que pretendía mantenerse con las matrículas de sus conferencias y cursillos. En el evento en Aspen, el filósofo aprovecha para discutir la situación de los intelectuales en Alemania y otros países europeos bajo el fascismo. Es el primer evento donde interviene en una serie de conferencias sobre Goethe que tratan, en el fondo, sobre cual debía ser la política cultural europea en la posguerra. Luego de Aspen ofreció conferencias sobre Goethe en Hamburgo y Berlín “a pocos metros de la línea donde impera la gran banalidad que es la interpretación económica de la historia.”Se refería, por supuesto, al materialismo histórico.
El numeroso público reunido en Aspen se cobijó bajo una enorme carpa diseñada por el arquitecto Eero Saarinen que no impidió que los asistentes se mojaran por la lluvia.
Los invitados a la celebración del bicentenario de Goethe en Aspen (1949)
El concepto era una actividad interdisciplinaria que abarcó el diseño, la filosofía, la literatura y otros campos. Además, se llevó a cabo una intensa campaña de relaciones públicas antes y después del evento, que capitalizó en la presencia del popular médico filántropo Schweitzer y Ortega, para proyectarlo como un gran evento cultural nacional.
La conferencia de Ortega sobre Goethe, traducida por Thornton Wilder, fue un éxito y aumentó el reconocimiento que el filósofo ya tenía en Estados Unidos. Ortega fue agasajado en la nueva residencia que tenía el actor Gary Cooper en Aspen, con quien intercambió camisas. También visitó Nueva York donde Benítez le sirvió de cicerone.
La obra de Ortega era conocida en los Estados Unidos. La Rebelión de las masas había sido traducida al inglés y publicada como The revolt of the masses en 1932. En 1944 se había publicado una traducción de Misión de la universidad que llevó a Mortimer Adler a reconocer la cercanía de las ideas del filósofo español con el plan de Hutchins en la Universidad de Chicago. La edición inglesa de ese libro fue reseñada muy favorablemente por el propio Hutchins diciendo que la propuesta buscaba revolucionar (“turn upside down”) la universidad existente.
Ortega había escrito en 1932 que “no, todavía no se puede definir el ser americano por la sencilla razón de que aún no es, aún no ha puesto irrevocablemente su existencia en un naipe, es decir en un modo de vida determinado… De aquí que me parece imperdonable la confusión padecida por Europa al creer que América podía representar una nueva norma de vida.” El pensamiento orteguiano se había asociado en América Latina a corrientes de pensamiento contra la influencia cultural del norte anglosajón, aunque él tomó distancia del nacionalismo latinoamericano. Ahora, después de la guerra en que Estados Unidos salió triunfante, expresaba que Europa estaba en crisis y que podía aprender mucho del vencedor. En la emergente Guerra Fría, Ortega hizo clara su postura a favor de la alineación de Europa con Estados Unidos.
El evento de Aspen permitió establecer un mayor contacto entre la importante red académica y cultural que había construido Hutchins y la de José Ortega y Gasset. Walter Paepcke consultó a Ortega sobre el carácter que debía tener el instituto que estaba desarrollado en Aspen. Este le recomendó que no creara una universidad, sino que siguiera el modelo del Instituto de Humanidades que desde 1948 desarrollaba con Julián Marías en Madrid. Paepcke luego mantuvo correspondencia por varios años con Ortega.
Jaime Benítez jugó un papel importante en ese encuentro transatlántico entre las poderosas redes de Hutchins y Ortega en el contexto de la Guerra Fría. Acababa de imponerse en una larga huelga estudiantil en la UPR matizada por la dinámica del nuevo conflicto global.
Huelga de 1948 en la Universidad de Puerto Rico
Aunque muchos de los planes que se hicieron en Aspen no pudieron realizarse, la relación con Hutchins le dio una importante cubierta política al proyecto de Ortega en Madrid, al que Benítez apoyaba usando la considerable influencia del primero en el mundo de las fundaciones estadounidenses. El rector puertorriqueño trató de conseguir financiamiento de la Fundación Rockefeller para el Instituto de Humanidades pero Ortega no lo aceptó.
Soledad Ortega resume su visión del significado de este evento de Aspen de 1949, destacando el papel del “grupo de Chicago” y de Mortimer Adler. Benítez nunca logró que Ortega visitara la universidad, pero a través de Ortega conoció a Julián Marías a quien invitó a Puerto Rico. Aparentemente Benítez conoció a Marías durante un viaje a España en 1954 y luego lo traería desde Yale a la Universidad de Puerto Rico para ofrecer un ciclo de conferencias.
Sobre Marías, le escribiría el 17 de julio de 1956 a John Marshall, director asociado de Humanidades de la Fundación Rockefeller para que se le financiara por dos años la redacción de un libro sobre Ortega.
Julián Marías es una especie de Mortimer Adler no beligerante, abiertamente católico, muy amable y poético. Lo que se rumora de que escribe a sus amigos en griego es falso, sólo en latín y eso en sus días estudiantiles.
Benítez consiguió 17,000 dólares de la Rockefeller para que Marías trabajara en ese y otros proyectos desde Madrid. Julián Marías, María Zambrano y Antonio Rodríguez Huéscar, entre otros académicos españoles, jugaron un papel de nexo entre Ortega y Benítez. El biógrafo de Ortega, Javier Zamora, señala lo siguiente sobre Benítez: “entre Ortega y la Fundación Rockefeller hizo de mediador Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico, que se vio con Ortega en Estados Unidos…”
En un discurso de 1955 Benítez señaló lo siguiente:
Hace trece años me correspondió participar en una reforma universitaria. Quiero pensar que lo mejor de mi aportación refleja en buena parte el espíritu y la perspectiva intelectual de aquel gran maestro, José Ortega y Gasset. No es extraño que al hablarse de nuestra reforma se la asocie en Estados Unidos con la de Robert Hutchins en Chicago. Hutchins, a su vez, ha reconocido en varias ocasiones su deuda con Ortega.
En la Reforma Universitaria de 1942 figuran de manera prominente los planteamientos de estos dos teóricos sobre la educación superior reinterpretados por Jaime Benítez y sus colaboradores, incluyendo a los exiliados españoles que comenzaron a fluir a la Universidad de Puerto Rico a fines de los treinta.
La Facultad de Estudios Generales puede trazar su ascendencia a los escritos de Ortega de 1930 y, quizás en menor medida, a las reformas del College de la Universidad de Chicago. El propósito de emprender una gran reorganización académica posiblemente tuvo sus antecedentes en la gestión transformadora de Hutchins en la Universidad de Chicago que Benítez conocía de primera mano. Ambos pensadores coincidían que la misión de la universidad era fundamentalmente cultural e indispensable para la democracia.
No se le puede atribuir el concepto de Casa de Estudios a ninguno de estos referentes externos. Ortega no prescribió nunca una institución autoritaria y disciplinada. Y Hutchins, un liberal de izquierda, rechazó la intromisión de la intolerancia política de la Guerra Fría en Chicago. Ese concepto posiblemente tuvo más que ver con los duros enfrentamientos entre Benítez, en su doble papel de rector y líder del PPD, y el independentismo.
Pero no solo se trató de la circulación de ideas sobre la educación superior. Tanto Hutchins como Ortega eran líderes de influyentes redes intelectuales y académicas en las que logró insertarse muy efectivamente Benítez. Ambas representaban factores de poder. El gran estratega Jaime Benítez logró definir su papel como intermediario o bróker entre ambas y beneficiarse de su acierto. No en vano reclamaba haber reconciliado a Estados Unidos con España. En cierto sentido logró la cuadratura del círculo: una universidad “americana” e hispanista a la vez.
Jorge Rodríguez Beruff
Catedrático Retirado del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Puerto Rico y en la
Universidad de York en Inglaterra, donde obtuvo una mención especial del Comité de Altos Estudios. Del 2003 al 2011 fue Decano de la Facultad de Estudios Generales de la UPR, Recinto de Río Piedras. Entre sus publicaciones se encuentran Strategy as “Politics, Puerto Rico on the eve of the Second World War”, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 2007, “Las memorias de Leahy: los relatos del Almirante William D. Leahy sobre su gobernación de Puerto Rico (1939-1940)”, Fundación Luis Muñoz Marín, San Juan, 2002, “Política militar y dominación, Puerto Rico en el contexto latinoamericano”, Editorial Huracán, Río Piedras, 1988. Con José Bolívar Fresnada es editor de dos libros sobre Puerto Rico en la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad trabaja sobre el concepto de “estudios generales” y la Guerra Fría.