La Academia de la Historia de San Germán invita a la conferencia: Mujeres comerciantes en San Germán en el Siglo XIX, por el Dr. Juan González Mendoza, Académico de Número de la Academia de la Historia de San Germán
El Gobierno Municipal de Guayanilla y su alcalde, Hon. Raúl Rivera Rodríguez le invitan a la Presentación de la Edición Especial del libro: SAN GERMÁN EN GUAYANILLA: Asentamiento, instituciones y vida cotidiana, 1556-1572 de los doctores José Aridio Taveras de León y Lucas Mattei Rodríguez
Sábado, 18 de noviembre de 2023
7:00 p.m.
Salón Coral A
Hotel Costa Bahía Convention Center, Guayanilla, P.R.
Exposición a cargo del Dr. Otto Sievens Irizarry, Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de la Historia
Hace algunos años, la crítica literaria Carmen Dolores Hernández esbozó un perfil del historiador puertorriqueño, Luis González Vales. Describió al entonces Historiador Oficial de Puerto Rico como un “centinela alerta en la guerra del tiempo”. Con esa frase recogía la profunda vocación de servicio que don Luis había desplegado en su fecunda vida profesional y en su admirado talante personal.
Cual centinela en la guerra del tiempo, González Vales veló desde las instituciones públicas y privadas en las que ejerció, por acrecentar el patrimonio documental y material puertorriqueño. En ese menester escudriñó archivos natales y extranjeros; gestionó la reproducción de valiosa documentación; apoyó la publicación de textos que arrojan nuevas luces sobre nuestras andaduras y fraguas.
Al servicio de Clío (la musa de la Historia), como él mismo describía su quehacer, Luis González Vales respaldó a historiadores consagrados y noveles con prólogos, presentaciones y ensayos para antologías. Junto a esa ejemplar mentoría, fue un estupendo embajador ante instituciones de prestigio internacional en las que expuso con solvencia argumentativa y elegancia en el decir, el particular perfil de Puerto Rico en sus dinámicas internas y en sus relaciones con el mundo.
Desde su niñez en Río Piedras, la valoración militar y estratégica de Puerto Rico alentó su interés en la Historia. Quizás en suave contrapunto con el Insularismo de Antonio S. Pedreira, su padrino y primer mentor muerto precozmente, González Vales quedó cautivado desde muy joven por las gestas militares y el rol geopolítico de Puerto Rico que vinculaban a nuestra tierra con los aconteceres internacionales. Eran tiempos de la Segunda Guerra Mundial y luego del conflicto en Corea. Como tantos otros jóvenes puertorriqueños ingresó en las Fuerzas Armadas en las que prosiguió carrera, con distinción, mayormente dentro de la Guardia Nacional.
Una temprana decisión de estudiar Ciencias Naturales fue suplantada por una carrera en Historia, desarrollada en la Universidad de Puerto Rico y culminada con un doctorado en la Universidad de Columbia bajo la tutela del reconocido latinoamericanista, Frank Tannenbaum. A su regreso, desarrolló una intensa labor docente en la Universidad de Puerto Rico, Universidad Interamericana, Universidad del Sagrado Corazón, y el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Asumió además cargos en la gerencia universitaria y en varias instituciones filantrópicas y culturales como el Hospital Presbiteriano y la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, entidad que lo distinguió en 1998 como Humanista del Año. En 1992 y hasta 2018, nuestro historiador fue Director de la Academia Puertorriqueña de la Historia
En 1997 fue designado Historiador Oficial de Puerto Rico, cargo que mantuvo hasta 2020. A lo largo de esos años, afirma, nunca hizo historia oficial. Su entendimiento de la responsabilidad conferida fue invariable: Ser historiador oficial significaba tener la oportunidad para promover el estudio de la historia del país, de estimular las investigaciones, de aumentar el acervo de fuentes documentales y apoyar la publicación de trabajos de valor histórico. Su generosidad corría a la par con su curiosidad. Uno de sus grandes placeres como historiador era seguirle la pista a comentarios o palabras oídas al azar sobre documentaciones relativas a Puerto Rico que estaban en tal o cual biblioteca o archivo. Esta labor de sabueso lo llevó a más de “una isla del tesoro”.
Quizás la más recordada sea la ocasión en que estando en un congreso en España oyó la participación del Coronel don Carlos Zamorano, quien presentó un trabajo con el título: “Puerto Rico, la Campaña Terrestre, 1898”, con la colaboración de los coroneles don Bretanión Mengual Boj y don Jesús Alonso Iglesias. La sorpresa fue el anuncio por parte de los autores de que existía en el Archivo General Militar de Madrid un conjunto de casi cuatro mil cajas dedocumentossobre Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Según expresaron los autores del trabajo, dicha colección no había sido catalogada y esperaban que algún día pudiera ser investigada.
Ni corto ni perezoso, González Vales siguió la pista de uno de los hallazgos documentales sobre Puerto Rico más sustanciosos que se haya hecho en los archivos españoles. Cuando tuvo en sus manos la documentación debidamente inventariada y reproducida, la puso a disposición de los investigadores y pronosticó: “Esta publicación [Documentación de Puerto Rico en el Archivo General Militar de Madrid, 2002] será́ instrumento de gran utilidad para los investigadores, tanto de España como de Puerto Rico, que se acerquen a esta ventana recién abierta de nuestra historia común”. Un segundo proyecto correspondió a fondos de Puerto Rico en el Archivo General de la Marina en Viso del Marqués, adscrito al Instituto de Historia y Cultura Naval de España, y otro más a los mapas y planos sobre Puerto Rico albergados en el Centro Geográfico del Ejército de España. En 2005, apareció el volumen San Juan, la ciudad que rebasó sus murallas en edición bilingüe en el que los documentos recuperados constituyen la base de una mirada ampliada a la ciudad baluarte.
Como autor, la producción historiográfica de Luis González Vales revela líneas de pesquisa que se convierten en “ventanas abiertas” a historias comunes entre Puerto Rico y las metrópolis. El gozne que vincula lo constituyen unas figuras -algunas conocidas, otras no tanto, pero claves- que iluminan una época o señalan rumbos nuevos. Su investigación sobre el intendente Alejandro Ramírez (fundador del Diario Económico) pone de relieve la importancia que tienen la historia de las instituciones y la historia de las ideas y su circulación en el avance de parámetros de modernidad económica y reformismo político en Puerto Rico. Por otro lado, su manejo de personajes como el mismo Ramírez, el diputado Ramón Power, y algunos autores norteamericanos en el cambiode siglo 19-20 le permiten narrar los avatares metrópolis-colonia desde una óptica equilibrada y atenta más a los intercambios que a los desencuentros.
Una ciudad, un país, se fundan una y otra vez, más allá de los cambios que registran planos, mapas y crónicas en el tiempo. Lo hacen en las capas de profundidad de su memoria colectiva. Mediante el rescate, conservación y transmisión del conocimiento histórico, Luis González Vales ha contribuido a que conozcamos con hondura los contornos de la ciudad de San Juan y del país que le cobija, Puerto Rico.
Academia Puertorriqueña de la Historia (2023).
*Con modificaciones editoriales mínimas para ajustarlo a la ocasión, el texto apareció como dedicatoria firmada por los académicos José G. Rigau y Silvia Álvarez Curbelo al volumen 10 de Patrimonio revista publicada por la Oficina Estatal de Preservación Histórica, bajo la dirección del arquitecto Carlos Rubio Cancela y la doctora Lillian Lara Fonseca (2021).
Visita del Director de la Academia Puertorriqueña de la Historia, doctor Jorge Rodríguez Beruff a la Real Academia de Historia en Madrid
En la visita a la sede la Real Academia de la Historia en Madrid, el doctor Jorge Rodríguez Beruff, Director de la Academia Puertorriqueña, se reunió con la Directora Carmen Iglesias y el Secretario Olmedo. La doctora Iglesias envió sus saludos a los académicos numerarios en Puerto Rico. Informó que se organiza un encuentro de todas las academias hispanoamericanas para el otoño de 2024.
Presentación del libro: Jaime Benítez y la internacionalización de la Universidad de Puerto Rico
Artículo originalmente publicado por 80 Grados el domingo, 1 de septiembre de 2023.
Por Francisco Moscoso
Esta es una colaboración entre 80 grados y la Academia Puertorriqueña de la Historia en un afán compartido de estimular el debate plural y crítico sobre los procesos que constituyen nuestra historia.
De izquierda a derecha: imagen de Gonzalo Fernández de Oviedo, de Juan Ponce de León y estatua de Agüeybaná el Bravo.
El primer viernes de enero de 1511, según el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, los taínos de Boriquén – Isla de San Juan (Puerto Rico) – liderados por Agüeybana II o “el Bravo”, iniciaron una guerra contra los conquistadores. Bajo el mando de Juan Ponce de León, capitán y gobernador entonces, los españoles entraron en guerra con los indios. Se puede argumentar que la guerra la empezaron los españoles al invadir la isla y expropiar a los indios en sus propias tierras.
Rúbrica de Gonzalo Fernández de Oviedo.
En los documentos oficiales españoles, los eventos bélicos fueron descritos como “la primera guerra”, “la postrera guerra”, “cabalgadas” y/o “entradas”. Sin ofrecer fechas precisas, la documentación sitúa el enfrentamiento armado entre los años 1511 al 1515. Las guerras comprenden ataques sorpresa, escaramuzas y batallas frontales. Cabalgadas o entradas significan asaltos terroristas a yucayeques (aldeas) de los taínos con el objetivo de atemorizar y someter a los indios rebeldes que viven en cacicazgos hostiles o aún por conquistar. Las aldeas fueron incendiadas y destruidas, y los conucos o campos agrícolas destrozados. Tanto en las guerras como en las cabalgadas, los conquistadores recurrieron al cautiverio de indígenas, ya fueran varones adultos, mujeres y niños, para castigar, amedrentar e infundir terror.
Recreación de un yucayeque taíno en Tibes, Ponce.
Por disposición de la Real Cédula (ley de la monarquía) del 20 de junio de 1500 la reina Isabel y el rey Fernando decretaron que los taínos eran “vasallos de la Corona”; en la Real Cédula del 20 de diciembre de 1503 determinaron que los indios súbditos no podían ser esclavizados a menos que la Corona diera licencia para ello. Por supuesto, los taínos eran libres en su contexto histórico precolonial, hecho que no fue reconocido en las determinaciones ideológicas justificadoras de las acciones imperialistas y colonizadoras.
Decir que los indios eran “libres”, en la óptica española, equivalía a considerarlos como súbditos en general, al igual que toda la población bajo dominio del rey y de la reina. La esclavización de los indios se realizó directamente contra los llamados caribes de las Antillas Menores, tenidos por salvajes caníbales, y contra los taínos rebeldes. Para algunos estudiosos del periodo, los caribes y los taínos rebeldes eran lo mismo.
Además del cautiverio de indios en las guerras y cabalgadas, también sale a relucir que los conquistadores incurrían en el saqueo y tomaban a la fuerza artículos y prendas personales de los taínos. Las pertenencias expropiadas o robadas a los indios fueron identificadas con la palabra nativa, cacona. Este vocablo tenía significados familiares, sociales y rituales. Es el mismo término empleado para designar la vestimenta otorgada a los súbditos indios no esclavos como forma de pago por su trabajo al terminar su trabajo forzoso bajo el régimen de la Encomienda en la minería y agricultura y que duraba usualmente de ocho meses. A esa modalidad la hemos identificado como el jornal cacona. Es un botín; una extracción forzosa.
Grabado de Teodoro de Bry (siglo XVI) sobre el régimen de la encomienda, representando a taínos vaciando jarras de oro al gobernador, sentado con el bastón de mando o bengala.
La información sobre esos hechos se incorpora en las “Relaciones” o cuentas de los oficiales Reales (del gobierno), tales como tesoreros, factores y contadores. Una buena cantidad de estos documentos ha sobrevivido y sus manuscritos originales se preservan en el Archivo General de Indias (AGI), localizado en Sevilla. Las cuentas de esos oficiales forman parte de la sección Contaduría, legajos 1071-1073, que cubre el siglo 16 de Puerto Rico.
Portada de libro sobre los documentos de la Real Hacienda, compilado por Aurelio Tanodi para el Centro de Investigaciones Históricas de la UPR-RP.
El Centro de Investigaciones Históricas (CIH) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, ha publicado dos volúmenes: Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico Volumen I 1510-1519 y Volumen II 1510-1545 en 2009-2010. El volumen I fue publicado originalmente en 1971, con una selección de documentos compilados por el paleógrafo croata y argentino de adopción, Aurelio Tanodi.
Para el tema tratado aquí, tomamos una muestra de estos datos del Volumen II. La información está consignada en la Relación del cargo que se hizo a Francisco de Cardona, teniente de tesorero, por Francisco de Lizaur, contador, del quinto de esclavos, hamacas, cacona y otras cosas que se ha habido de las guerras contra los indios y caciques; fechado 6 de febrero de 1512. Una de las fuentes de ingresos coloniales de la Corona, era el cobro del Quinto Real, o 20% por ejemplo del valor del oro, perlas y esclavos.
Los oficiales no siempre llevaban las cuentas con rigor y en unas ocasiones se registra el precio que pagaban por los esclavos, y en otras el impuesto del “quinto de esclavos”, de donde se puede inferir el precio. Pero, los valores muestran oscilaciones, sin especificar los criterios o razones para ello, algo que puede resultar confuso. Por otro lado, para diferenciar a los indios vasallos de los esclavizados, a estos últimos se les atormentaba al ser herrados, como si fuesen ganado. Los esclavizados, redefinidos como mercancías, eran catalogados también como “piezas”.
Guerra primera
La Relación del cargo indica al comienzo: “De la guerra primera que Juan Ponce de León hizo, de ciertos esclavos que herró deben a Su Alteza las personas siguientes, los maravedíes que el tesorero ha de cobrar, lo cual fue en 6-II-1512”. Un peso de oro equivalía a 450 maravedíes en el sistema monetario. En las medidas de la minería, el oro se subdividía en 12 granos, equivalentes a 8 tomines, y este último a 1 peso.
Monedas de la época.
Algunos ejemplos son:
Diego Gómez de quinto de esclava, 2 pesos
Francisco de Barrionuevo de otro esclavo, 3 pesos
Pedro Dávila de otra esclavilla, 1 peso 4 tomines
Martín de Isásaga de otra, 2 pesos
Cristóbal Sánchez de un esclavo, 2 pesos
Francisco de Cardona de esclava, 1 peso 4 tomines
Jerónimo, fundidor, de otra, 1 peso
Juan Ponce de León, de otra, 2 pesos
Esteban Macías y Alonso Fernández, de otra, 2 pesos
Lope Moreno, de un niño, 1 peso
Juan Pérez, de otro, 1 peso 4 tomines
Alonso de Cea, de una esclava, 2 pesos
Pedro de leva, de otra, 2 pesos
Del dicho, de una niña, 1 peso 4 tomines
Del dicho, una esclava, 3 pesos
Juan Pérez de Coria, de tres esclavos, 9 pesos
Alonso Sedeño, de un esclavo, 1 peso
Francisco de Cardona, de tres esclavos, 9 pesos
Pedro Dávila, de un esclavo, 2 pesos
Sancho Navarro, de esclava, 2 pesos
Guerra postrera
“De la guerra postrera que Juan Ponce hizo, siendo capitán Luis de Añasco, de quintos y de esclavos y cacona, deben las personas siguientes”:
Luis de Calmaestra, por un esclavo, 22 pesos
Lorenzo Zarate, por una esclava, 17 pesos
Blas de Villasante, por quinto de un esclavo, 4 pesos 4 tomines
Gonzalo de Ocampo, por una esclava, 36 pesos
Miguel Gil, por un esclavo, 35 pesos
Diego Michel, por una esclava, 23 pesos
Cristóbal de Guzmán, por otra, 11 pesos
Pedro Suárez, de quinto de 3 piezas, 9 pesos 3 tomines 2 granos
Y así por el estilo.
Cabalgadas y entradas
El 10 de junio de 1512, Álvaro Saavedra llevó a cabo una cabalgada “en tierra del cacique Humacao”. Del impuesto del Quinto, debían:
Antón Sánchez, sacristán, por una esclava, 15 pesos
García, fundidor, por un muchacho, 12 pesos
Pedro Ortiz, mercader, una vieja, 5 pesos
Esteban Ruiz, por una esclava, 12 pesos
Gonzalo Núñez, por un esclavo, 4 pesos
Hubo otras cabalgadas y entradas, con datos semejantes, realizadas también por Saavedra “en tierra del cacique Guayama; por Juan Godínez y Cansino en “tierra de Agüeybana”; por Juan Gil, Juan López y otros en territorios no identificados.
Cacona Cultural
La cacona cultural. Las pertenencias expropiadas o robadas a los indios fueron identificadas con la palabra nativa, cacona.
La esclavización se combinó con el despojo – y ultraje – cultural de los
taínos. En otros párrafos del documento citado, se especifica: “De cierta cacona que se halló en un herbazal, andando en dicha guerra, y se vendió en almoneda, cupo a Su Alteza de quinto, lo siguiente”:
Sebastián Marroyo, un arpón, en 3 pesos
Gonzalo Díaz, trompeta, un mao, 2 tomines
Sebastián de la Gama, otro mao, 1 tomín 6 granos
Malpartida, otro mao, 4 tomines 6 granos
El dicho por una raja de algodón, 6 granos
Valiente, ciertos cueyes, en 5 tomines
Francisco Moreno, 2 maos en 4 tomines 6 granos
Simón de Ocampo, otro mao, en 2 tomines 3 granos
Martín Fernández, otro mao, en 2 tomines 6 granos
Miguel Gil, un mao y dos guanines falsos, 1 tomín
Sebastián, aserrador, un collar de piedra y unos cueyes, en 2 tomines 9 granos.
En el Diccionario de voces indígenas de Puerto Rico (1993), el lingüista Luis Hernández Aquino define el mao como: “Especie de peto, hecho de algodón, para la protección del torax”. Guanín era el vocablo taíno con que se identificaban las pepitas y prendas de oro.
Representación de un guanín.
Hernández Aquino apuntó que el cuey era un “objeto que los indios usaban como figura religiosa”, como el cemí (dios).
Cemí.
En otro episodio de esta naturaleza, “de cierta cacona que se tomó a Mabo, en un jagüey, perteneció el quinto [y] se vendió a”:
Juan Gil, un mao, en 3 tomines
Diego Ruiz, criado de Soria, un mao, 2 tomines 6 granos
Pedro Gentil, otro en 5 tomines
Marroyo, otro en 6 granos
Miguel Gil, otro en 1 tomín
Simón de Ocampo, dos maos, en 6 granos
Pedro Suárez, dos maos cortos, 2 tomines 6 granos
Hernán Pérez, unas naguas de areyto, 2 tomines 6 granos
Simón de Ocampo, dos figuras de areyto, 5 tomines 9 granos
Diego Ruiz, criado de Soria, unas naguas y cueyes, 1 tomín 9 granos
Luis de Añasco, unos cueyes, 6 granos
Juan de Rueda, otros, 1 tomín
Antón de Moya, otros, 1 tomín.
El jagüey era un hoyo o hueco en la tierra, en que se sembraba o que recogía agua, a manera de aljibe. El areíto, luego escrito como areyto, se refiere a las ceremonias con fines sociales y religiosos que los taínos llevaban a cabo en el batey, o plaza de la aldea.
Representación de un areyto en el Museo de Tibes, Ponce.
Otros objetos taínos tomados en guerra se identificaron como buyni y tuabas, de los que se desconocen sus significados. Con estos ejemplos se exponen otras dimensiones de la conquista española de Puerto Rico, generalmente desconocidas o relegadas a plano secundario y que, en el caso del acervo cultural, han pasado desapercibidas. Los taínos fueron oprimidos en sus personas, agredidos en sus espíritus y su patrimonio simbólico, profanado.
Agueybaná II el Bravo. https://es.wikipedia.org/wiki/Agüeybaná_II#/media/Archivo:Estatua_de_Agüeybaná_II,_El_Bravo,_en_el_Parque_Monumento_a_Ag üeybaná_II,_El_Bravo,_en_Ponce,_Puerto_Rico_(DSC02672C).jpg
Representación visual en el Museo de Tibes en Ponce, Puerto Rico. Wikipedia Commons.
Autor
Francisco Moscoso
El doctor Francisco Moscoso es académico de número de la Academia Puertorriqueña de la Historia y catedrático jubilado del departamento de Historia en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Es autor de numerosos trabajos en torno a la sociedad taína antillana, la historia del siglo XVI y los movimientos libertarios en Puerto Rico y el Caribe. Su más reciente libro es La Revolución Haitiana y Puerto Rico, 1789-1804 (2023).