Enseñanza de la historia de Puerto Rico: un ejercicio en subversión, 1877

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 6 de septiembre de 2019.

Por José G. Rigau Pérez.

Archivo 80 Grados.

Por fin vemos las Obras completas de Ramón Emeterio Betances; quince volúmenes editados por Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade, publicados por ZOOMideal, 2018. El conjunto da la impresión de una galería de arte en la que de repente entra la luz, e ilumina no solo las obras, sino los espejos que a su vez reflejan al autor. Por los textos aprendemos de la época y los problemas que describe Betances, pero también de su personalidad y actitudes.

El artículo “Un maestro de escuela francés en Puerto Rico”, de la revista masónica parisina La Chaîne d’Union (La cadena de unión) de octubre de 1877, recogido en el volumen 12, págs. 139-141, está dedicado a alabar la labor de Charles Simon, fundador de una escuela en Ponce y director de otra en Mayagüez. En esta última estudió, en 1881-1882 (a los 10-11 años), Isaac González Martínez, microbiólogo insigne, descubridor de la bilharzia (esquistosomiasis) en Puerto Rico (y América), colaborador del Dr. Ashford, cofundador del Instituto de Medicina Tropical y fundador de la Liga contra el Cáncer y el Hospital Oncológico. El artículo nos permite apreciar con claridad cómo Betances utilizaba toda oportunidad para condenar las injusticias de la colonia.

Simon creó, en pluma y papel, un cuadro de gran tamaño (“más de un metro de largo y 75 centímetros de alto”) que “da a conocer de manera sencilla y rápida la historia y la geografía de esta Gran Antilla”. La obra, trasladada a litografía (para imprimir múltiples copias) fue expuesta en Burdeos y elogiada en el periódico La Gironde. Betances no explica si su comentario se basa en lo que leyó en ese periódico o si vio un ejemplar del gran cuadro, que se vendía también en París.

En 2012 di a conocer el hallazgo del Cuadro sinóptico, caligráfico, alegórico, histórico y administrativo de la Isla de Puerto-Rico de Simon en la colección de la British Library en Londres y distribuí copias de tamaño reducido entre investigadores, bibliotecas universitarias, el Ateneo y los archivos históricos municipales de Mayagüez y Ponce. Aprovecho esta ocasión para presentar el Cuadro a un público más amplio y exhortar a la lectura de las Obras de Betances.

La imagen que descubrí en Londres consiste en un mosaico de ocho secciones, adheridas a tela u otro soporte. El diseño, con marco negro, presenta una arquitectura de columnas y secciones transversales. En su época evocaría el retablo de una iglesia, el gran elemento decorativo detrás del altar, con divisiones verticales y horizontales que definen espacios ocupados por pinturas o esculturas.

Cuadro sinóptico, caligráfico, alegórico, histórico y administrativo de la Isla de Puerto-Rico.
Cartel (83 x 110 cm.) con diseños a pluma (obra de Charles Simon en Ponce) transferidos a litografía por H. Salanne en la Litografía de J. Phelut, Bordeaux Francia.

El conjunto está rodeado por una cenefa decorativa en que se alternan, en cuadros y óvalos, los nombres de los puertos, las poblaciones cabeceras de distrito y los servicios de Marina, Telégrafos y Aduanas. Columnas de texto en ambos costados presentan los nombres y fechas de los gobernadores y obispos. La sección central, de doble anchura, está rematada de una cornisa con el escudo de la monarquía española, con un dosel sobre el escudo de Puerto Rico y los bustos de los Reyes Católicos, Fernando (a la izquierda) e Isabel. Del lado de Fernando hay un “trofeo” o colección de armas militares, bajo el letrero “Organización militar”, y del otro lado, un conjunto de objetos litúrgicos, titulado “Organización eclesiástica”. Bajo los reyes, y al centro de todo el cuadro, aparece el mapa topográfico de Puerto Rico, sobre el lema en semicírculo “Dedicado a Puerto-Rico”, que enmarca un busto de Colón flanqueado por dos leones (símbolos de España).

Entre la sección central y las listas de gobernadores y obispos, hay dos esbeltas columnas que en su fundamento y capitel señalan los nombres de poblaciones importantes. El espacio entre ellas tiene tres niveles. En el espacio superior de la izquierda dice “Situación y dimensiones de la Isla” sobre un trofeo titulado “Ciencias y Artes”, pero rodeado de un texto de información geográfica. En el espacio correspondiente a la derecha, sobre el trofeo “Agricultura”, dice “Descubrimiento, gobierno y su organización”, con una explicación de esos asuntos.

A media altura, a la izquierda del mapa de Puerto Rico, está Juan Ponce de León, en imagen parecida a la de su estatua en San Juan. Debajo aparece breve información de su nacimiento, llegada a Puerto Rico y fundación de Caparra. A la derecha del mapa aparece el cacique “Agneinaba” (quizás error de quien trasladó la caligrafía de Simon a la litografía, ya que  en la época se hablaba de Agüeynaba). Es, por su pose, Agüeybana el Bravo, pero el texto a sus pies habla de los Indios en general: “afables y hospitalarios con los amigos, pero terribles con los enemigos y difícilmente pudo vencérseles”. Cada imagen está circundada por una trenza de coronas de laurel con nombres de pueblos y su año de fundación.

En la base de cada una de estas dos secciones flanqueadas por columnas, aparece un paisaje. A la izquierda, los pedestales de las columnas dicen “Azúcar” y “Café”. La imagen muestra un arbusto de plátano o guineo, frente a un trasfondo titulado “Comercio”, con personas en medio de compraventa, pesaje y conversación sobre unos sacos de café y barriles de azúcar y ron. A la derecha, los pedestales dicen “Tabaco” y “Cereales”. El paisaje está dividido en dos por una palma de coco y un árbol de papaya, tan próximos que parecen uno. A su izquierda, “Industria” muestra al fondo un conjunto de edificios grandes y cuatro altas chimeneas, y del otro lado, “Marina” muestra un buque de vapor con ruedas laterales y otro, pequeño, de vela.

La litografía de Simon, con su narrativa de conquista, evangelización y promoción de la agricultura, en estructura de retablo religioso, no ofreció nada objetable a las autoridades escolares de la Isla. Más aún, en 1878 el gobierno la recomendó a las escuelas de Puerto Rico, pues “facilitaría a los niños el conocimiento geográfico de la Isla y otros datos y noticias siempre útiles”.

Betances, en contraste, alterna alabanzas y críticas en su artículo; las primeras a Puerto Rico y a Simon, las segundas al gobierno de España. Entresaco frases para dar una idea:

En medio del mar Caribe se halla una isla pequeña …

los aventureros españoles … se apresuraron a extirpar … sus seis o setecientos mil habitantes.

… a pesar de los horrores del sistema colonial, la dulce Borinquen, fecunda en frutos y hombres, se ha recuperado de la destrucción …

en tanto que colonia, casi toda su renta es absorbida por las necesidades cada vez más apremiantes de España.

En consecuencia, Puerto Rico como Cuba sólo puede salvarse con la independencia.

[…] un francés laborioso e instruido, el señor Charles Simon … ha fundado una escuela en la linda ciudad de Ponce .. y ha realizado con la pluma un espléndido cuadro… obra de arte, que honra a la vez al artista extranjero y al país al que va dedicada…

La reflexión crítica de Betances subvierte la veneración con que aparecen en el Cuadro “Fernando e Isabel, a quienes suelen considerar protectores de Colón, [pero] cuyo genio explotaron con tanta crueldad”; “Ponce de León, un anciano de pasiones jóvenes e imaginación fantasiosa”, “colocado en medio de 38 pueblos a los que parece vigilar bajo su espada”; y los gobernadores y obispos, que “desde hace casi cuatro siglos se han ido enriqueciendo en la isla”. A Colón lo denomina “genovés inmortal”, mientras “el valiente cacique Agueynaba blande en vano una maza que desgraciadamente no salvará de la esclavitud a los 38 pueblos que le rodean y a los que parece defender”.

No mienten Simon ni Betances; presentan historias contrastantes y complementarias. Betances nos da una lección (¡quién mejor que él!) en subversión. La Historia se reescribe, no solo para aportar o corregir datos, sino para explicar lo que quedó entre líneas, o que se ve distinto desde otro ángulo.

Lecturas sugeridas

Ramón Emeterio Betances. Obras completas. Félix Ojeda Reyes, Paul Estrade, eds., 15 vols. San Juan, PR: ZOOMideal, 2018

José Rigau Pérez, El Compendio de la historia de Puerto-Rico en verso por Pío del Castillo y los primeros manuales escolares puertorriqueños sobre historia, 1848-1863. San Juan: Editorial Revés, 2012: 65-66.

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¿A qué sabe una fruta tropical?

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 1 de febrero de 2019.

Por José G. Rigau Pérez.

Todo tiene una historia, hasta el sabor, que tiene además historia personal y social. Mi papá decía que “para saber si algo te gusta, tienes que probarlo tres veces”, pero también recuerdo una parienta que hacia 1960 vivió en el norte de España, donde el revendón le traía mazorcas de maíz tierno casi a escondidas, porque allí “era comida de cerdos”.

¿A qué sabían las frutas tropicales antes de los descubrimientos, viajes e inventos que permitieron diseminar sus semillas y comerciar sus frutos?

LA GRANADA

Un fraile dominico que pasó por lo que ahora es Aguada en 1544 escribió sobre el asunto. “De las frutas de la tierra, […] la más principal es la piña, y aunque todos los españoles e indios la loan y precian, nosotros no la pudimos meter en la boca, porque su olor y sabor nos pareció de melones pasados de maduros y acedos [agrios] al sol.” Los plátanos “son una fruta larga, comúnmente de un palmo, […] y en los extremos casi parecen morcillas atadas […] Es una muy gentil fruta cruda y asada y en cazuela y guisada comoquiera; éstos, pasados, son como muy gentiles higos pasos [secos, como las uvas pasas], pero al principio éranos fruta muy asquerosa, parecía en la boca como ungüento, o cosa de botica.” Las guayabas “son como duraznos, llenas dentro de granillas que se tragan sin quebrar, y aunque es buena fruta en las islas españolas, pero a los que vienen de Castilla les hiede a chinches y les parece abominación comerlas.” Ya en 1763, un capuchino italiano que pasó por San Juan alabó de la piña su “exquisito, dulce sabor con un toque de agrio”.

EL PAJUIL

En contraste con los primeros viajeros, Edward B. Emerson, de Boston, para 1831 conocía de las frutas tropicales antes de probarlas. En su diario caribeño confesó: “El sabor de una fruta nueva es […] como el placer de desarrollar un nuevo sentido, y disimularía si no menciono esas cosas”. Admira el mangó con dos sentidos, gusto y visión: “Ya me gustaba […] por su delicado sabor. Hoy aprendí a considerarlo una fruta muy hermosa; vi uno que compararía con casi cualquier fruta en delicadeza de matices”. Considera el guineo “tan suculento como el higo y el melocotón”. Le dedicó un párrafo a su primer aguacate, “enteramente sui generis y peculiar en su sabor y estructura interior, en lo que no se parece a ninguna de nuestras frutas. Tiene un sabor tan simple y negativo que me decepcionó la primera vez, pero en una segunda prueba me complació mucho y me parece una fruta excelente. Bien se le llama “tuétano vegetal”, por ser algo sustancioso y como mantequilla, que pide pan. Lo comí sin los condimentos usuales de sal y pimienta.”

LA CHINA

En la película Victoria and Abdul, de 2017, ambientada hacia 1890, un secretario nacido en India le describe un mangó a la reina de Inglaterra, quien insiste en que le traigan uno desde allá. El uso de contenedores refrigerados para la transportación marítima, generalizado desde la década de 1970, puso entonces al alcance del ciudadano más humilde, frutas que un siglo antes no conocía Victoria, reina de Inglaterra y emperatriz de la India.

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Para más detalles:

Diario de Fray Tomás de la Torre, citado por Álvaro Huerga, en Vida y obras de Fray Bartolomé de las Casas, Madrid: Alianza Editorial, 1998:233-234; luego se publicó una edición crítica del diario, De Salamanca, España, a Ciudad Real, Chiapas (1544-1546), Madrid: CSIC:2011.

Ilarione da Bergamo, Daily life in colonial Mexico, Norman, OK: University of Oklahoma Press, 2000:58-62.

Edward Bliss Emerson. The Caribbean journal and letters, 1831-1834, http://bibliotecadigital.uprrp.edu/cdm/ref/collection/librosraros/id/1701 .

*Esta es una colaboración entre 80grados y la Academia Puertorriqueña de la Historia en un afán compartido de estimular el debate plural y crítico sobre los procesos que constituyen nuestra historia. Las ilustraciones son del botánico puertorriqueño Agustín Stahl y son cortesía de Para la Naturaleza.

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