Nota de Duelo – Doctora Ivette Pérez Vega

El director de la Academia Puertorriqueña de la Historia, doctor José G. Rigau y el cuerpo de Académicos anuncian con mucho pesar el fallecimiento de la doctora Ivette Pérez Vega, Nuestra compañera fue incorporada en la Academia en 2009, con el Número de Medalla 18.  Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid con especialidad en Historia de las Américas, Ivette Pérez Vega era Catedrática del Departamento de Historia, Recinto de Río Piedras, de la Universidad de Puerto Rico e Investigadora en el Centro de Investigaciones Históricas de la misma institución. En 1985, Ediciones Huracán publicó El cielo y la tierra en sus manos: Los grandes propietarios en Ponce, 1816-1830 y en 2015, bajo el sello de Ediciones Puerto, apareció Las sociedades mercantiles de Ponce, 1816-1830.  El comercio colonial y el poder político de los comerciantes ponceños durante el siglo 19 constituyeron sus temas preferidos de investigación. Fue además una estudiosa del arte caribeño. Vaya nuestro más sentido pésame a su familia, a sus colegas del Departamento de Historia y a sus estudiantes a lo largo de una dedicada carrera.

Academia Puertorriqueña de la Historia.

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Condolencias a la historiadora, doctora Mayra Rosario Urrutia

La Academia Puertorriqueña de la Historia,
su presidente, el doctor José G. Rigau;
el Consejo de Gobierno y el Pleno de Académicos
expresan sus más sentidas condolencias
a la historiadora, doctora Mayra Rosario Urrutia,
por la sensible pérdida de su esposo, Eddie López.

Nuestra solidaridad con la familia López-Rosario.

Academia Puertorriqueña de la Historia.

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Incorporación de la académica María Dolores Luque Villafañe

La Academia Puertorriqueña de la Historia le da la más cordial bienvenida a su nueva académica, María Dolores Luque Villafañe en ceremonia celebrada en el Archivo General de Puerto Rico. Su discurso de incorporación tuvo como título “Bernardo Vega: tabaquero ilustrado, 1885-1916”.

De izquierda a derecha, las historiadoras Silvia Alvarez Curbelo, María de los Ángeles Castro Arroyo, Astrid Cubano, la nueva académica, María Dolores Luque y María del Carmen Baerga.
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El faro de Culebrita

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 21 de diciembre de 2018.

Por Aníbal Sepúlveda Rivera.

Faro de Culebrita. Detalles de fotos de Feliciano Alonso, c1895. Biblioteca Palacio Real, Madrid.

En febrero de 2016 visité por primera vez el faro de Culebrita y conocí los planes de Para la Naturaleza, dedicada por casi cincuenta años a la protección y conservación del patrimonio natural e histórico de la isla, y de una organización comunitaria de Culebra para rehabilitar la estructura y el ambiente natural de la pequeña isla, la más oriental de las islas de Puerto Rico. A partir de entonces me dediqué a conocer una parte de su historia. Me cautivó la enorme inversión que hizo nuestra sociedad durante el siglo 19 para asegurar el comercio y la navegación mediante sucesivos planes de alumbrado marítimo.

A pesar de que hoy el faro está maltratado por el tiempo, aun es rescatable. Como planificador e historiador creo que su luz estimulará la innovación y contribuirá a transformar actitudes y visiones hacia la naturaleza y el patrimonio construido en nuestro país. La fortaleza de Culebrita inspira serenidad y confianza en el futuro.

Hay algo mágico en los faros, destellan encantos y romances desde la tierra y el mar. Se concibieron para pensar en los demás, envían mensajes luminosos y sencillos de solidaridad y seguridad a los navegantes. Hoy, como siempre lo ha sido, pensar en los demás es un atributo indispensable para el futuro de la humanidad. El faro de Culebrita tiene esa virtud.

Faro de Culebrita, 2017. Foto de Para la Naturaleza.

Este faro evoca sensaciones que invitan a la reflexión. Durante el 2016 esa fue una de mis tareas. Al escudriñar su historia en archivos y bibliotecas conocí entre otras cosas, al ingeniero que lo diseñó y descubrí sus aportaciones profesionales, que fueron muchas. Trabajó en Puerto Rico entre 1881 y 1887. Su nombre es Manuel Maese Peña.

Don Manuel preparó dos versiones del faro, ambas muy parecidas, una en 1881 y otra revisada en 1883. También se encargó de dirigir su construcción. Un dato fascinante es que la piedra con que está edificado proviene de la propia isla de Culebrita. Conocer el complejo proceso de su construcción es una forma de atisbar una geografía económica y social de la isla en el último tercio del siglo 19.

El faro se iluminó oficialmente el 25 de febrero de 1886. Estaba a cargo de dos torreros, el título que llevan esos personajes con nombres e historias poco conocidas que cuidaban los faros. Desde entonces es un centinela solitario que mira al mar océano en una frontera real e imaginaria que linda con las que los antiguos llamaron islas de los caníbales. Ilumina un peligroso pasaje de navegación definido y utilizado desde el siglo 16 hasta hoy como ruta de navegación entre Suramérica y el Atlántico.

Mirarlo desde el mar, que es desde donde vale observar los faros, pero también mirar a lo lejos desde la atalaya donde se ubica, es un detonador de la imaginación.

El faro de Culebrita es una hermosa metáfora. Convoca a pensar en lo efímero y lo eterno en medio de su solitaria y remota ubicación. Hay algo de eso en la actualidad de Puerto Rico.

Escalera de la torre, febrero 2016. Foto de Aníbal Sepúlveda.

Con el apoyo de muchos colaboradores, Para la Naturaleza se ha encargado de volver a prestarle atención al faro de Culebrita, rescatar su legado, su magia, su belleza estoica y emotiva. La nueva empresa, como lo hizo el faro con innumerables embarcaciones, hará llegar a buen puerto la tarea.

Para más información: http://faroculebrita.paralanaturaleza.org

*Esta es una colaboración entre 80 grados y la Academia Puertorriqueña de la Historia en un afán compartido de estimular el debate plural y crítico sobre los procesos que constituyen nuestra historia.imprimir

Aníbal Sepúlveda Rivera

Catedrático Retirado de la UPR. Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de la Historia. El profesor Sepúlveda estudió su bachillerato en la UPR-Río Piedras y su doctorado en la Universidad de Cornell en Nueva York. Es autor de San Juan: historia ilustrada de su desarrollo urbano, 1508-1898, Cangrejos-Santurce: historia ilustrada de su desarrollo urbano, 1519-1950, Puerto Rico Urbano: Atlas histórico del Puerto Rico urbano, y Acueducto: historia del agua en San Juan.

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Frozen

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 19 de octubre de 2018.

Por Jorge Rigau.

En cualquier pueblo de la Isla: La recuperación de los edificios construidos en mampostería representan gastos astronómicos que al mismo Gobierno se le hace difícil asumir.

Reducida hoy a reglamentos, preceptos generales restrictivos y la adherencia incondicional a códigos internacionales caducos, la conservación del patrimonio construido en Puerto Rico no ha rendido los frutos esperados. En los últimos años, solo un puñado de edificios históricos de valía ha sido restaurado o rescatado, pocos en comparación con el extenso caudal que hemos heredado y yace en deterioro.

Para denunciarlo, no valen las frases trilladas con que en nuestro país se exhorta a otros a hacer. Cansa ese proponer sin obrar para sermonear respecto al futuro del legado edilicio isleño. “Debemos”, “hay que”, “tenemos que” y otras aseveraciones afines se esgrimen como exhortaciones cívicas solemnes que, a fin de cuentas, resultan de poco peso cuando se desentienden de las complejidades inherentes a cualquier acción en pro del patrimonio edificado.

Sirve de ejemplo el estado actual de los centros tradicionales de los pueblos. Una y otra década se ha promovido su “revitalización”, pero hace años que dejaron de ser centro, de evocar tradición alguna o servir como punta de lanza para la recuperación económica del país. Y sin embargo, a estas alturas, alcaldes, políticos… ¡hasta economistas! siguen con el cuento. Los centros históricos volverán a ser centro cuando la bonanza económica de las zonas periferales y suburbanas viabilice su disfrute como centros de cultura, ocio, arte y recreación, con tiendas serias, no de chucherías. En base a ello se hará posible su segundo aire. Como pasó con el Viejo San Juan, pero que no acaba de cuajarse en el resto de la Isla porque —estemos claros— no todo pueblo puede considerarse imán turístico, no importa el sobrenombre perfumado con que se mercadee.

En cualquier pueblo de la Isla: ¿Qué hacer con las viviendas que antes albergaron a muchos y hoy complacen a muy pocos?

¿Quién quiere vivir en el centro de donde sea ahora mismo? ¿Cómo se atenderían allí las expectativas contemporáneas de espacialidad y privacidad? ¿O el tema del carro sin transportación colectiva efectiva? ¿Cómo redunda esto en la población envejeciente y la emigrante? Hasta ahora, las soluciones se han quedado cortas. Que si remodelar la plaza, cerrar calles, pintar, volver a pintar… ¿A quién atraen los edificios que bajo la Ley #212 de rehabilitación urbana se desarrollaron en Ponce, en su mayoría de líneas arquitectónicas bastas y terminaciones crudas?

El concepto de zona histórica —originalmente inspirado en proteger el mayor número de propiedades históricas del país— falló precisamente por ser restrictivo en fechas, también demasiado inclusivo en edificios y áreas de cobertura, sin distinguir su valor arquitectónico o potencial de rehabilitación. Los criterios meramente cronológicos resultaron cimiento débil para fomentar una cultura de conservación.

En cualquier pueblo de la Isla: trabajo artesanal, hoy irrecuperable por falta de material, mano de obra, dinero y atención oficial al legado patrimonial en madera.

Sin fundamento filosófico ni conciencia de necesidades tecnológicas, la intervención en cualquier edificio histórico falla dos veces. Ausente una filosofía que respalde los criterios de intervención, se hace ininteligible su significado para la generación que lo recupera. Desentenderse de los problemas de construcción y las soluciones a largo plazo a que estos obligan, privan de vida extendida a cualquier obra que se restaura, vedando así su disfrute a generaciones subsiguientes. Sin hablar del desperdicio de dinero. ¿Cuántos edificios restaurados por el Instituto de Cultura, municipios y entes privados a través de los años ha habido que reparar una y otra vez?

Llegó la hora de sacar las zonas históricas de la nevera y descongelar reglamentos. Procede hacerlo sin nostalgia, descartando agendas identitarias que han prescrito, cediendo el paso a diseños contemporáneos que eventualmente habrán de considerarse históricos, aceptando de una vez y por todas que la mejor estrategia ante los edificios históricos ya se dilucidó por el conservacionista Ambrogio Annoni en Italia hace más de un siglo: antes que generalizar, atender los problemas caso por caso. Es cuestión de ponernos al día.

Jorge Rigau

El arquitecto es Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de la Historia y profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Puerto Rico. Se graduó de arquitecto de la Universidad de Cornell. Se especializa en la restauración de estructuras históricas. Como historiador de la arquitectura ha escrito varios libros entre ellos Puerto Rico, 1900 (1992); Havana/La Habana (1994); y Puerto Rico, then and now (2009).

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Reguetón se escribe con h (de Historia)

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 20 de diciembre de 2019.

Por Gervasio L. García.

En el país del reguetón y del reguetonero de más resonancia mundial hubo una vez en que no nos poníamos de acuerdo sobre la ortografía de ese género musical. Entonces los prejuicios arropaban las palabras que competían en la prensa nacional e internacional: raggaetón, regaetón, reggeatón, derivadas del reggae jamaiquino. La menos usada era reguetón, tal como suena, circulada por algunos en Panamá.

Pero en 2006, un año después del gran show de Daddy Yankee en el Madison Square Garden y de los tres Latin Grammys de Calle 13, la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española propuso incluir la palabra reguetón en el Diccionario de la Lengua Española (DLE) a instancias de su director José Luis Vega.[1] La propuesta descansó en la pesquisa sólida y los seductores argumentos de Maia Sherwood Droz. Sin acrobacias semánticas, ella propuso que en el caso de reguetón, “con grafía totalmente hispánica, fiel a su pronunciación y benévola a la vista…, fonética y ortografía casan perfectamente”. Y aunque reconoció la deuda de los raperos puertorriqueños (precursores de los reguetoneros) con el ritmo jamaiquino cantado en inglés, estos “no encontraron salida en los ritmos suaves del reggae” porque “cargaban con la rabia del marginado que quiere ser escuchado.”[2]

Esa rabia, y la de sus detractores, tiene historia y nos da la mejor pista para empezar a entender el asunto en su rabiosa complejidad. Se alimentó del deterioro social rampante: el desempleo desbocado, la escuela pública al garete, la corrupción oficial y las conductas violentas nacidas del narcotráfico. Así, “…la generación del reguetón entendió que el lenguaje crudo de la música, la sexualidad explícita y la jerga áspera callejera, no eran menos obscenos, violentos o moralmente cuestionables que el Puerto Rico de entonces.”[3]

El contexto era avasallador, hasta el punto de que ser proletario era un lujo; en palabras de Héctor Meléndez:

los empleos de tiempo parcial y la costumbre de vivir en desempleo forman una masa que desconoce el empleo permanente, la perspectiva de desarrollo, la familia estable, el ahorro de retiro, el seguro médico. Por tanto, quizá la sexualidad y la reproducción estén menos controladas por el régimen de producción allí donde el trabajo ha dejado de ser centro de la vida o se ha esfumado.[4]

En ese proceso, se desatan la familia tradicional, el control sexual y las normas éticas acostumbrados y “sobreviene el espectáculo erótico callejero que algunos, alarmados, califican de chabacano y productor de delito.”[5] Es un trasfondo que aceptarían hasta los críticos más tupidos del reguetón.

Al respecto, Leonardo Padura Fuentes, implacable crítico del ritmo (“ese ruido que viene de la calle del fondo”), acepta que “es la consecuencia de una desintegración social”. Es “una expresión de esa relación… con la sociedad a través de un arte en el que la vulgaridad, lo soez, lo promiscuo, el machismo agresivo tiene un espacio demasiado importante.”[6] Mas en su crítica ahistórica no figura el nombre de un solo reguetonero cubano, ni la letra de sus canciones. Pero sí destaca las palabras del primer Daddy Yankee que habló de “una pobre diabla a la que le encanta la gasolina y hay que darle más gasolina.”[7]  En fin, que en la Antilla mayor los reguetoneros del patio se rozan con los cangris boricuas, a tal punto de que, en palabras de Padura, “El Estado trata de frenar y estigmatizar esa no-música. Pero los espacios que acogen conciertos de reguetoneros se abarrotan. Es muy jodido, pero lo cierto es que el reggaetón [sic] se ha convertido en la banda sonora del presente cubano.”[8]

El Caribe en la tarima

Pero guardemos por un rato el dilema de si el reguetón nos gusta o no, para enfrentarnos a la deslumbrante realidad histórica.

El Caribe, la región más explotada de la historia y tal vez de la historia más triste, emerge en el escenario global… En cierto modo el reguetón tal vez no sea un atraso, sino un avance… Quizás signifique que ahora el Caribe está saltando a la tarima de la historia y del mundo a exponer sus dotes… Una masa gigante se agrupa en torno a lo que algunos hubieron [sic] considerado ignorancia, vulgaridad, desorden, expectativas demasiado bajas del saber y de la vida. Pero es un modo de astucia, rabia y cultura, esta vez con impacto televisivo y mundial.[9]

Y lo que al principio pareció “solo deseo, consumo, ensueños genitales y fálicos, simulación de amenaza, sadomasoquismo, desahogo del ego y la furia”, dejó de serlo hace mucho tiempo.[10] Por eso, insisto, reguetón se escribe con h de Historia porque tiene evolución y desarrollo en el tiempo y en el espacio y es, además, una crónica excepcional del momento.

El reguetón de los bajos fondos, de los vídeos de mujeres-lagartijas acosadas por machos de irrefrenables comezones testiculares, pantalones mega-grandes, ritmos cansones y letras olvidables, dio paso a un género practicado por músicos con escuela. Ese fue el que se impuso a la larga porque hablaba de los problemas cotidianos con sorna social, descaro político y tonadas trabajadas y pegajosas. Del resto se encargó la insaciable industria disquera que descubrió un filón en la música más en sintonía con las muchedumbres jóvenes del planeta.

Cualquier género cultivado con cuidado musical y una generosa inversión de trabajo, puede trascender los prejuicios y ser la voz de varias generaciones y clases sociales.[11]

                                    –Laura Rivera Meléndez

No tengo espacio para resumir esa larga evolución que nos ha traído aquí. Pero sería injusto olvidar a los pioneros, a los que se atrevieron a componer, arreglar, cantar y tentar. En primer lugar, Tego Calderón (con el álbum El Abayarde, 2002), exaltado por Frances Negrón-Muntaner como el que “fusionó un estilo reguetonero experimental fuertemente enraizado en la estética de la salsa clásica de la clase trabajadora caribeña con una fuerte dosis de hip-hop, lo que nos retrotrajo a las raíces afro-musicales de la diáspora.”[12] Calderón (Santurce, 1972) fue a la Escuela Libre de Música en San Juan donde estudió percusión y composición. Jasmine Gard recalca que sus “rimas son finas y minimalistas, con poco espacio para las tonterías.” [13]

El papacito de la gasolina

Es decir, Gasolina de Daddy Yankee (Río Piedras, 1977) tenía trasfondo. Cuando este inauguró su gira estadounidense en el Madison Square Garden (2006) ya había cantado ante multitudes en América Latina y la canción figuró en la lista de las más escuchadas. Gasolina prendió porque el mercado estaba en llamas, ayudado, claro está, por el machismo sin fronteras.

El Daddy compartió la clave del éxito con Jon Pareles, crítico de la música popular del New York Times:

La radio solo quiere la música fiestera. Eso es necesario para vender discos porque uno no se siente serio todo el tiempo. Pero uno no siempre se siente feliz y a veces uno necesita escuchar un mensaje que te haga pensar. Por eso somos más populares. Es un balance y la gente nos siente. Creo que poco a poco vamos a conquistarlo todo.[14]

En la calle del medio

Lo nuestro no hay nadie que nos lo quite.
Por más nieve que tiren aquí la nieve se derrite.
Aunque siembren las raíces como les dé la gana
Los palos de pana no dan manzanas.[15]
–Residente

Menos fiestero pero más crítico social, con la ironía política subida, irrumpió Calle 13 (2006). Su autodefinición lo dice casi todo: “[yo soy como] el sistema digestivo que transforma la basura del deseo, de la política y de la violencia, en lenguaje útil para criticar el estatus quo.”[16] Los textos y la música nacidos de René Pérez Joglar (Residente, 1978) y Eduardo José Cabra (Visitante, 1978), integrantes del dúo, venían armados de estudios formales. Cabra estudió piano, saxofón y flauta, y aprendió guitarra por su cuenta. Pérez estudió en la Escuela de Artes Plásticas de San Juan y luego hizo una maestría en “animación” en el Savannah College of Art and Design del estado de Georgia. Después de 2006 sus producciones fueron coronadas por 9 Latin Grammys y otras distinciones. [17]

En Latinoamérica, de 2011, (“Soy América Latina,… un pueblo sin piernas pero que camina.”) ya era neta la huella de Rubén Blades y en Hijos del cañaveral (2017), Residente en solitario, expone “Nuestro aguante ha sido digno, somos los versos que no cantan nuestro himno”. Era la lejana música de fondo del momento más dramático de la historia entera del país.

El verano de la desnudez

… el Estado construye ficciones y… no puede gobernar sin construir ficciones. No se puede gobernar con la pura coerción. Es necesario gobernar con la creencia, y una de las funciones básicas del Estado es hacer creer, y que las estrategias de hacer creer tienen mucho que ver con la construcción de ficciones.[18]

                          –Ricardo Piglia

El dramón de la acelerada descomposición del poder agarró fuerza en el verano de 2019. No fue un desbocaire cualquiera porque el gobernante decidió, contra la sensatez política más primaria, despedir al entonces secretario de Hacienda, pero que también fue Secretario de la Oficina de Gerencia y Presupuesto (principal oficial financiero del gobierno), y hasta Secretario de la Gobernación. Este peso pesado de la administración cometió el error –según el gobernador Ricardo Rosselló– de denunciar sin consultarlo antes y en un programa radial, la existencia de un esquema de extorsión por parte de una “mafia institucional” en el Departamento de Hacienda. En vez de abrazarlo y lanzar una investigación instantánea, lo despidió porque este aireó sus denuncias “en los medios… sin notificar sobre estas acciones a las autoridades pertinentes dentro del gobierno.”[19]

Ya el Secretario había visitado al FBI la semana anterior para denunciar “… a funcionarios que han tratado de extorsionarme y han entrado ilegalmente en los récords de pasados clientes míos cuando estaba en el sector privado.” Se trató de una cruda venta de influencias, extorsión y soborno que provocó su petición de una escolta policial.[20]

A este cornetazo se sumó, unas dos semanas después, el arresto por el FBI de la exsecretaria de Educación, y de la exdirectora de la Administración de Salud, acusadas de conspirar un fraude de 15.5 millones de dólares mediante la alteración de contratos de consultoría con fondos federales.[21]

Gran trabajo guys!
Cogemos de pendejo hasta los nuestros.[22]
–Ricardo Rosselló

La ficción del gobernante como el serio y celoso guardián de la ley, el orden y el respeto al ciudadano, se hizo polvo el 8 y el 13 de julio de 2019, sin música de reguetón. En esos días circuló, gracias al Centro de Periodismo Investigativo, la transcripción de unas conversaciones secretas (un chat de WhatsApp) del gobernador con sus “brothers” y funcionarios más íntimos.[23] Era un grupito de “blanquitos”, borrachos de prejuicios, cómplices del capitalismo imperial –como diría Arcadio Díaz Quiñones. En repetidas charlas, muchas veces en horas de trabajo, intercambiaron comentarios rastreros, misóginos, homofóbicos y burlones contra las feministas, los políticos propios y de la oposición, los artistas y los periodistas distinguidos.

La burla llegó al extremo de insinuarse que una compañera senadora (del mismo partido del gobernador y sus secuaces), había sido prostituta; un senador (del partido rival) cornudo y homosexual y hasta se inventaron la razón de ser de la homosexualidad de Ricky Martin.[24] Pero las vulgaridades de “la manada” palidecieron ante las groserías del gobernador, el más bajo e insensible de todos. Es decir, a cafre no le ganaba ni el reguetonero más tráfala. La suerte estaba echada porque el poder siempre prefiere el secreto. No quiere ni aguanta que lo vean desnudo.

Arranquen pa’l carajo.[25]
–Residente

De pronto se desdibujaron y se difuminaron los políticos tradicionales, fieles creyentes de que “el negocio no consiste en resolver los problemas sino en administrarlos.”[26] El país “harto del abuso y de la burla, se tiró a la calle para sacar de la gobernación a un sujeto que nunca mereció serlo” sentenció Benjamín Torres Gotay.[27]

La multitud que llenó la autopista central de la isla el 22 de julio de 2019, en la protesta pública más numerosa de la historia del país, fue convocada primero por la Colectiva Feminista en Construcción que, entre otras cosas, repudió el machismo y la homofobia arraigados en el gobierno de Puerto Rico, y por Residente y Bad Bunny, dos reguetoneros de buena cepa, y Ricky Martin, cantante de pop urbano. [28]Estos y sus afines fueron el rostro y la voz de la indignación colectiva porque eran auténticos, reales, a cara lavada, con la cicatriz del AK-47, los tatuajes, el pelo torturado de diseños. Pero, sobre todo, porque siempre miraron de frente, con la crítica alborotada y la palabra soez y contestataria y las verdades crudas y antipáticas a los que se servían del poder.

El himno de la indignación, Afilando los cuchillos, cuajado por Residente, iLe y Bad Bunny, en vísperas de la marcha que precipitó la renuncia del títere gobernador, resuena todavía por certero, sentido y combativo. Destacan que los reguetoneros no son los acusados de lavar dinero sino los bandoleros del gobierno. Y a diferencia de ellos dicen las cosas de frente y no en chats. Además, si la opinión popular insiste en que el gobernador renuncie y no lo hace por caradura, “entonces estamos en dictadura.” Recalcan el tema de la renuncia “pa que nadie salga herido.” Y concluyen que “la furia es el único partido que nos une… Eres un corrupto que de corruptos coge consejos. Arranca pa’l carajo y vete lejos y denle la bienvenida a la generación del Yo no me dejo.”[29]

La historia inmediata

Si todo lo que veo es negativo
Si hablo mis vivencias
Dicen que promuevo la violencia
Por lo visto la democracia es a conveniencia
Nos han puesto un sello, pero
La mayoría de nosotros somos más gente que ellos.[30]
–Eddie Dee

En conclusión, el reguetón es la crónica, el periódico de estos tiempos, como lo fueron la plena y la salsa. Recoge los sentimientos, las carencias y las ilusiones, marcadas por el origen de clase y los horizontes encogidos. Es la insatisfacción con “la democracia de la conveniencia” de los políticos, el sentir del que no tiene el poder económico ni el saber académico, pero domina y se relame en la palabra suelta, la ironía libre y los ritmos sintonizados al bregar de todos los días.

En la palabra reguetón está una de sus claves. “El –‘tón’ es, dice Maia Sherwood, … la manifestación lingüística de la necesidad de ponerle fuerza al reggae… el –‘ón’- es un sufijo aumentativo, intensivo y expresivo que “forma sustantivo de acción o efecto, que suele denotar algo repetitivo o violento. Como consonante para formar la sílaba, se eligió la -t- que aportó también contundencia.”[31]

En un escenario marcado por la corrupción, los privilegios de los enchufados (amigos, familiares e hijos “talentosos”) en el gobierno y la legislatura; la pobreza, la desigualdad y el desempleo, y donde miles de estudiantes exhiben diplomas de escuela superior firmados por dos secretarios de Educación ladrones, lo menos que merece el país es un buen reguetón, despacito o rapidito, atrevido y sin concesiones.

Referencias

[1] El Nuevo Día, 31 de julio de 2017. Ver Jon Pareles, “Reggaeton’s Big Star Hits the Big Time”, New York Times, August 25, 2005; Frances Negrón-Muntaner y Raquel Z. Rivera, “Reggaeton Nation”, NACLA Report on the Americas, March 13, 2008, en htpps://nacla.org/magazine

[2] Maia Sherwood Droz, “Reguetón: una propuesta ortográfica”, El Nuevo Día, 4 de mayo de 2006.

[3] Negrón Muntaner, op.cit.

[4] Héctor Meléndez, “Cacos y cultos”, El Nuevo Día, 26 de junio de 2005.

[5] Ibid.

[6] Citado por Patricio Zunini, Infobae, 23 de marzo de 2018, en https:www.infobae.com/america/.

[7] Leonardo Padura, “La educación sentimental. (El reguetón, el protagonista, el villano)”. Rebelión. 30 de noviembre de 2008, en www.rebelion.org/noticia

[8] Leonardo Padura, “Cuba sufre una grave pérdida de valores y degradación moral”, (entrevista, La Vanguardia, 3 de febrero de 2018, en https://www.lavanguardia.com

[9] Meléndez, op.cit.

[10] Ibid.

[11] Citada por Negrón-Muntaner, op.cit.

[12] Negrón-Muntaner, op.cit. Este resumen descansa en su erudita y sensible investigación.

[13] Tego Calderón, IMDb [Ratings and Reviews for New Movies and TV Shows], s.f., en https://www.imdb.com; Jasmine Gard NPR [National Public Radio], 23 de mayo de 2013, en https:www.npr.org

[14] Citado por Jon Pareles, “Reggaeton’s Big Star Hits the Big Time”, The New York Times, August 25, 2005. Ver Jason Birchmeier, “Daddy Yankee biography”, en https:www.allmusic.com. Yankee se crió en el caserío de Villa Kennedy y su padre fue bongosero.

[15] Residente, Hijos del Cañaveral”, (2017), https://www.youtube.com

[16] Citado por Negrón-Muntaner, op.cit.

[17] Virginia Gorlinski, “Calle 13, Puerto Rican Music Group”, en https:www.britannica.com

[18] Arcadio Díaz Quiñones y otros (eds.), Ricardo Piglia, Conversación en Princeton. PLAS Cuadernos, Number 2, Program in Latin American Studies, Princeton University, 1998, p.20.

[19] Noticel, 24 de junio de 2019.

[20] Ibid.

[21] Ibid, 10 de julio de 2019.

[22] “El chat de la vergüenza”, El Nuevo Día, 14 de julio de 2019, p. 3.

[23] El Centro de Periodismo Investigativo fue creado en 2007 por Omaya Sosa Pascual y Oscar J. Serrano para fomentar el acceso a la información de los ciudadanos.

[24] Ibid, p. 21.

[25] Noticel, 17 de junio de 2019.

[26] Juan Villoro, “El caudillo mexicano ante su gente”, El País, 10 de julio de 2019.

[27] Benjamín Torres Gotay, “El paisaje después de la batalla”, El Nuevo Día, 11 de agosto de 2019.

[28] “Artistas se unirán a la marcha convocada por Colectiva Feminista”, Noticel, 16 de julio de 2019.

[29] Residente, iLe y Bad Bunny, Afilando los cuchillos, 17 de julio de 2019, en https://www.youtube.com

[30] Eddie Dee (Río Piedras, 1973), “Censurarme por ser rapero” en https:www.letras.com. Dee es co-autor con Daddy Yankee de Gasolina.

[31] Sherwood Droz, op.cit.

Gervasio L. García

Doctor por la Universidad de París, es Catedrático del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Autor de ensayos y libros relacionados con la historia de Puerto Rico, ha publicado numerosos artículos relacionados con la misma temática en diversas revistas profesionales y forma parte del Consejo Editorial de la revista Op. Cit., que publica el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico. Colaborador de 80grados.

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Mi paso por la alcaldía de Caguas: las memorias de Gervasio A. García Díaz

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 16 de noviembre de 2018.

Por María de los Ángeles Castro Arroyo.

Con 87 años y una memoria sorprendente para su edad, Gervasio A. García Díaz plasmó en una libreta los recuerdos de su incumbencia en la alcaldía de Caguas. Había asumido el cargo interinamente el 27 de octubre de 1899, en los calamitosos días que siguieron al huracán San Ciriaco (8 de agosto), para sustituir al alcalde en propiedad que tuvo que reunirse con su familia en San Juan. Luego resultó electo para los términos de 1900-1902, 1902-1904, 1904-1906 y 1910-1914.

La lectura de estas memorias conduce a los comienzos del proceso de modernización de Caguas, capitaneado por un alcalde profundamente comprometido con la ciudad que lo adoptó (había nacido en Cayey) y cuyo empeño fue convertirla en la segunda de Puerto Rico. La devastación ocasionada por San Ciriaco, un huracán comparable en fuerza con María, que nos azotó el 20 de septiembre de 2017, supuso para él un enorme reto ante la urgencia de reconstruir una ciudad venida abajo tanto por los efectos directos del huracán como por rezagos heredados del régimen anterior.

El contenido de las memorias es fiel a su título.Enfoca sus esfuerzos por dotar a Caguas de todos aquellos adelantos que el ideario liberal autonomista del siglo 19 identificaba con el progreso, con la entrada del país en la modernidad. Así, le vemos preocupado por el aseo urbano y la salud pública, por los abastos de agua y carne para la población, por la cultura y la educación a todos los niveles hasta el universitario, incluida la necesidad de contar con una biblioteca, por la industrialización y atracción de inversionistas (la Colectiva y la Central Santa Juana), por obras públicas como las del alumbrado, el acueducto y los caminos, por adelantos como el del ferrocarril, el crecimiento del pueblo mediante la distribución de solares e incluso por el ocio bajo principios éticos y estéticos como evidencia lo que nos cuenta sobre los casinos. Está al tanto de la evolución de otras ciudades y no vacila en calcar o emular modelos ya aplicados, cual es el caso del reglamento para el cuerpo de bomberos y para la prostitución, o de buscar ayuda técnica y económica fuera de sus predios cuando es necesario.

De su vida personal solo menciona ligeramente los efectos del huracán en su casa, con hijos infantes, entre ellos una niña recién nacida, y sobre su almacén y tienda de comestibles. Lo que sí deja saber es su sucesiva filiación política: autonomista, liberal, federal, unionista e independentista. Y no vaciló a la hora de denunciar prácticas viciosas atribuidas a los republicanos, sobre todo la de los nombramientos y actuaciones de los jueces mediante tretas para ganar adeptos. Ni tampoco de mostrar su inconformidad con ciertas acciones políticas de sus propios correligionarios o ante directrices emitidas por el gobierno central.

Sobre la invasión del 98 informa que en Caguas las tropas fueron bien recibidas y algunos incidentes habidos con las tropas allí acuarteladas. No llora a España, que entregó la Isla a Estados Unidos, a la vez que repudia la conocida promesa del general Miles. Frente al discurso del general invasor, antepone las libertades ganadas a la vieja metrópoli, encabezadas por la abolición de la esclavitud y de la libreta de jornaleros y la autonomía política, puntas de lanza de los liberales decimonónicos, si bien bajo la afirmación de que “Puerto Rico no necesitaba ayuda ni la necesitó de la madre España”. Una de sus medidas más reveladoras es la sustitución de los nombres de las calles heredados del régimen español para recordar los del procerato criollo decimonónico, lo que le costó irónicas críticas de los republicanos. Y recibió al presidente Theodore Roosevelt a su paso por la ciudad camino de la capital con todos los honores, mas también con un cruzacalles en el que se pedía el gobierno propio para Puerto Rico.

En fin, la minuciosa descripción que hace García Díaz del estado crítico en que recibió la ciudad y de las penurias de la población tras San Ciriaco reseñan condiciones que debieron repetirse en la mayoría de los pueblos del país. Lo particular de estas memorias radica en las acciones que toma el alcalde para iniciar la reconstrucción bajo postulados de la modernidad. Su meta fue sacar a la ciudad del atraso en que se encontraba. En sus propias palabras: que “su pueblo figurara y fuera la segunda ciudad en el orden moral y material en ornato, limpieza y en todo lo que fuera adelanto moderno y civilización”. En su obra, se nos revela como un hombre entre siglos, que cronológicamente lo fue pues nació en 1854 y murió en 1944, a los 89 años. Dos magnos eventos lanzan su gestión administrativa: la invasión del 98 y San Ciriaco, ubicándolo también entre imperios, entre el antiguo régimen y el potencial de innovación mediante la modernización soñada por los liberales decimonónicos. Se nos revela como un hombre práctico, administrador previsor y crítico, comprometido con lograr una impostergable transformación urbana y cívica, decidido y firme en sus objetivos, decisiones y acciones, pero a la vez solidario y compasivo con sus compueblanos.

María de los Ángeles Castro Arroyo

(Ph.D., Madrid, Universidad Complutense, 1976) es catedrática jubilada de Historia de la Facultad de Humanidades, Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Es autora de los libros Remigio, Historia de un hombre. Las memorias de Ángel Rivero Méndez (2008), La Fortaleza de Santa Catalina (2005), Arquitectura en San Juan de Puerto Rico. Siglo XIX (1980) y San Juan de Puerto Rico. La ciudad a través del tiempo (2000). Es co-autora de los libros: Ramón Power y Giralt, diputado puertorriqueño a las cortes generales y extraordinarias de España, 1810-1813 (2012); Los primeros pasos: una bibliografía para empezar a investigar la historia de Puerto Rico (1984, 1987, 1994), América Latina: temas y problemas (1994), La Carretera Central. Un viaje escénico a la historia de Puerto Rico (1997), y Puerto Rico en su historia. El rescate de la memoria (2001). Es co-fundadora de Op.Cit. Revista del Centro de Investigaciones Históricas (UPR). Fue distinguida como Humanista del Año 2011 por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y es miembro electo de la Academia Puertorriqueña de la Historia.

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22 de marzo

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 22 de marzo de 2019.

Por Francisco Moscoso.

Augusto Marín.

La esclavitud se asocia con una etapa de la historia antigua de Grecia y Roma, desde varios siglos antes de la era cristiana y se prolongó hasta el siglo 5 de nuestra era. Surgió como resultado de imposiciones laborales de propietarios ricos a campesinos pobres o endeudados. Se generalizó como sistema socioeconómico mediante las expansiones territoriales de algunos países en su conquista de otros, convirtiendo a miles de prisioneros de guerra en esclavos.

Después del derrumbe del Imperio Romano, formalmente en el año 476, en la época medieval de Europa predominó el feudalismo durante varios siglos. La esclavitud perdió importancia ante una nueva forma de servidumbre que ataba a los campesinos a la tierra de los nobles y de la Iglesia.

En la época moderna de la historia de Europa, a la que se incorporan Puerto Rico y América en general, se propició un resurgimiento de la esclavitud, impulsado por el desarrollo del comercio y mercado mundial. Este momento constituye el despegue global del capitalismo. Los establecimientos de las factorías mercantiles coloniales de Portugal en el oeste de África a lo largo del siglo 15 abrieron el camino a un tráfico de esclavos de inmensas proporciones. La conquista española de gran parte de América aumentó el infame tráfico. Durante los próximos tres siglos millones de gentes de diversos pueblos, idiomas y culturas fueron arrancados de sus patrias y forzados a la esclavitud.

Los primeros esclavos en Puerto Rico fueron introducidos por los conquistadores españoles en los inicios del siglo 16. Trabajaron como criados, en la minería del oro y la construcción de la ciudad de San Juan y sus fortificaciones. Luego se convirtieron en mano de obra forzada en la economía mercantil azucarera, el latifundio ganadero y la hacienda agrícola-comercial (de café y azúcar, sobre todo) hasta el siglo 19. Entremezclados con los españoles y los indios taínos, los negros africanos nutrieron la formación de la sociedad criolla  y la nueva nacionalidad puertorriqueña.

La esclavitud constituye la forma más brutal de explotación del trabajo y de negación de unos seres humanos por otros. Pero no fue un sistema invulnerable. Desde los comienzos los esclavos en Puerto Rico resistieron su condición oprimida y humillante de maneras diversas: mediante fugas individuales (con los cimarrones) hasta rebeliones armadas. Cornelio Bembé y Pablo Yambó son apenas dos de los líderes rebeldes que pagaron con sus vidas la lucha por la libertad. La morena libre Francisca Brignoni fue presa en 1868 por abogar por la libertad de sus semejantes esclavizados.

En el siglo 19, con el adelanto del capitalismo industrial y la manifestación de un ideario liberal filosófico y político, se dieron las condiciones históricas para promover la abolición del tráfico y del régimen esclavista en toda América, y otras partes del mundo.

En Puerto Rico confluyeron con las luchas de los esclavos representantes del liberalismo puertorriqueño de tendencias reformistas y revolucionarias que incluyen las figuras de Román Baldorioty de Castro, José Julián Acosta, Segundo Ruiz Belvis, Francisco Mariano Quiñones y Ramón Emeterio Betances. La abolición radical de la esclavitud fue demandada por los comisionados liberales en la Junta de Información de Ultramar, en Madrid, en 1867; y es el primero de los Diez Mandamientos de los Hombres Libres del Grito de Lares de 1868.

Finalmente, al establecerse el gobierno de la Primera República española se dieron las condiciones políticas para que los esfuerzos de todos, empezando por los esclavos mismos y los partidarios del progreso y los amantes de la dignidad humana condujeran a la abolición de la esclavitud en Puerto Rico el 22 de marzo de 1873.

Recordemos la historia, estudiándola y conmemorando sus gestas importantes.

Francisco Moscoso

Francisco Moscoso

Académico de número de la Academia Puertorriqueña de la Historia, catedrático de Historia en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Autor de numerosos trabajos en torno a la sociedad taína antillana, la historia del siglo XVI y los movimientos libertarios en Puerto Rico y el Caribe.

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El Grito de Lares en su 150 Aniversario

Columna originalmente publicada en 80 Grados, el 21 de septiembre de 2018.

Por Francisco Moscoso.

El Grito de Lares. Autor: Luis Alonso, 1981. Museo de Arte De Puerto Rico.

Este año se conmemora el 150 Aniversario del Grito de Lares. Un 23 de septiembre de 1868 centenares de paisanos puertorriqueños de diversas clases sociales, dirigidos por la élite criolla, tomaron por asalto el pueblo de Lares y proclamaron la República de Puerto Rico. Es un momento propicio para reflexionar sobre la doble dimensión del significado social en la historia, como apuntó el historiador Edward H. Carr, de su diálogo e interconexión entre el pasado y el presente.

Nada en la historia sucede sin trasfondo y contextos particulares. Desde el emblemático 1492 en adelante, todos los países de América Latina, y desde comienzos del siglo 17 los de Anglo-América habían pasado por dos o tres siglos de conquistas y colonizaciones. Hacia el siglo 18, en algunos casos incluso antes, afloraron las diferenciaciones y contradicciones de intereses económicos y políticos entre las grandes potencias de España, Portugal, Inglaterra y Francia y las nuevas nacionalidades por toda la América colonial.

El siglo 18 está plagado de peticiones de reformas, motines, rebeliones y primeras revoluciones triunfantes como la americana y la haitiana. Puerto Rico registra sublevación de los vecinos de 1701-1712, la conspiración de San Germán de 1809-1812, la lucha de la  Sociedad de Liberales Amantes de la Patria de 1820-1823, la rebelión de 1838, una veintena de intentos de rebelión de esclavos en la primera mitad del siglo y huelgas de brazos caídos, fugas entre municipios y otras manifestaciones de resistencia de los jornaleros al régimen coercitivo de trabajo que se instala en 1849.

En la revolución puertorriqueña de 1868 confluyeron las aspiraciones de emancipación de todas las clases oprimidas de una manera y otra. “No puede menos de ser importante y trascendental”, escribió el general y gobernador José Laureano Sanz en Informe al Poder Ejecutivo en Madrid, en julio de 1869, “el hecho de que individuos de todas las clases que componen esta sociedad tuvieran participación en la revolución radical que proclamaba la independencia de la Isla”. La muestra de 645 presos, involucrados o sospechosos, identificados en las investigaciones hasta el momento, es un testimonio de ello. La mayoría de los presos eran jornaleros, que a su vez, junto a sus esposas o compañeras e hijos e hijas constituían la mayoría de los 658,000 habitantes del país entonces.

Betances. Autor: Antonio Martorell, 1991. Sam L. Stick Collection of Latin American and Iberian Posters.

No fue por falta de apoyo popular que se frustró la insurrección; a ello contribuyeron diversos factores, el descubrimiento de la sociedad secreta de Camuy con información comprometedora de otras, la desconexión entre juntas de diversos pueblos, el desconocimiento de los rebeldes de la situación de arresto de Ramón Emeterio Betances en Saint Thomas y la imposibilidad de traer una expedición con armas y municiones, entre otras. Las autoridades españolas, cuando tuvieron la situación bajo control en octubre, tildaron a los patriotas de “malhechores”, “bandoleros”, y “criminales”. Betances ripostó que el único “crimen” del Grito de Lares fue su desafortunada precipitación, que impidió la acción sorpresa y en más sintonía.

En Lares se dio el grito de la libertad de todo Puerto Rico. Como todos los pueblos que se sacudieron del colonialismo en los siglos 18 y 19 era un Puerto Rico diferenciado como nación nueva, con su cultura y costumbres particulares, con la manifestación de su pintura, su literatura (poesía, ensayos y novelas), sus dramas y teatro, su periodismo, sus profesionales y clamor universitario, su ideario del liberalismo y sus ansias de desarrollo industrial y progreso de su época.

Patria, Justicia y Libertad, el lema revolucionario de 1868, sigue tan vigente antes como en el presente de Puerto Rico que aún clama por la realización de esos valores en toda su plenitud posible.

Francisco Moscoso

Francisco Moscoso

Académico de número de la Academia Puertorriqueña de la Historia, catedrático de Historia en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Autor de numerosos trabajos en torno a la sociedad taína antillana, la historia del siglo XVI y los movimientos libertarios en Puerto Rico y el Caribe.

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